lunes, 25 de enero de 2010

Despedida

Después de deshacernos del zombie de la azotea, no hemos visto ninguno más. El piso está limpio, excepto por el cadáver, aunque no supone demasiada amenaza... De todas formas, deberíamos deshacernos de él. Bueno, de ella. No parece buena idea sacarlo del piso ahora, de noche y con todos esos despojos merodeando por las calles, así que hemos cerrado la puerta de la habitación y nos hemos instalado en el salón, donde hay una gran chimenea. Al menos, hemos podido encender el fuego y cenar de forma más o menos decente. No ha habido ningún otro incidente, pero Mishel y Sam parecen nerviosos... Isaac está algo callado, apenas ha cenado y se ha sentado un poco apartado a limpiar su pistola. Mishel me toca el hombro. ¿Qué les pasará a estos dos?

-
Alex, acércate -me dice en voz baja. Me pregunto a qué viene ese aire de secreto.
- Mira, hay algo que deberías saber... -empieza
Sam, muy serio. Ahora me preocupo un poco, eso no es propio de él-. Es sobre Isaac.
- Sí, ya lo sé, estaba muy raro después de cargarse al...

- No, no es eso -me interrumpe él-. Fue antes. Cuando el muerto se te echó encima, reaccionó de una forma extraña... estaba inexpresivo, y luego está lo de la fuerza... escuchamos cómo se rompían los huesos del zombie, eso no es normal...

Empiezan a asustarme. Cierto que a mí me sorprendió mucho también que tuviera tanta fuerza después de encontrarse tan mal, pero pensé que sería por la adrenalina del momento.

- Y no sólo eso -añade
Mishel-. Se le empezaron a marcar las venas oscuras, igual que cuando el zombie le mordió. Yo creo que se está convirtiendo de nuevo.

- ¿Qué? No, espera, no puede ser... -les digo, angustiada. No, no puede ser. Por favor.

- ¡Es lo que ha pasado! -responde
Mishel-. Creo que lo mejor es prevenir... ya sabes... mientras duerme o algo así.
- ¡Tú estás loca! -le digo, casi gritando, y me pongo de pie-.
Jodida psicópata... -añado entre dientes mientras me alejo de ella, aunque se me empieza a formar de nuevo un nudo en la garganta.

Se han acostado todos y sus respiraciones suenan rítmicas, están todos dormidos menos yo. El día ha sido agotador pero no tengo sueño, ni siquiera estoy cansado, me siento más activo que nunca. Observo la estancia detenidamente deteniendo la mirada sobre el cadáver que reposa sujetando el pié.
- Parece una reina en su trono
apuntándonos con su cetro -murmuro entre dientes casi sin darme cuenta. Me incorporo y me dirijo al baño del apartamento y me miro al espejo, estoy sudando y me noto más caliente de lo normal, quizá tenga fiebre, aunque me siento bien, más activo que nunca. De pronto recuerdo que tengo hambre, vuelvo a la habitación, avanzando a oscuras sin dificultad con mucho cuidado, casi sin hacer ruido. Un olor determinado capta mi atención, me acerco sigilosamente hasta Mishel, como un depredador la observo, la huelo, ya estoy a escasos centímetros de ella y sigue dormida... no, no, No! Me detengo y me alejo de ella, reviso entre nuestras pertenencias y saco un trozo de carne congelada, bueno, al menos debería haberlo estado -sonrío y ahora sí, me dejo llevar por ese nuevo impulso.

Ya no tengo hambre, me detengo frente a la ventana y observo en la distancia las criaturas que pueblan ahora la ciudad. Una lágrima relame mi mejilla hasta la comisura de mis labios. ¿Qué me pasa? ¿Qué me han hecho?
Seco con el reverso de mi mano la lágrima caída y no puedo evitar ver el rastro de sangre que ha dejado mi furtiva cena.


Me despierta el murmullo de unos pasos fugaces. Levanto la cabeza rápidamente, apartándome el pelo de los ojos, pero el sobresalto apenas dura unos instantes, hasta que me doy cuenta de que la silueta que se recorta frente a la ventana es la de Isaac. Me levanto y trato de no hacer ruido hasta llegar a donde está. Se limpia la cara con la manga de la chaqueta antes de volverse hacia mí. A pesar de la oscuridad, me da la sensación de que estaba llorando.
- Siento haberte despertado -dice, en voz baja.
- No pasa nada... Antes dormía como un tronco, pero últimamente me despierto a todas horas.
Se queda mirando a través de la ventana, en silencio. Apenas se ve nada en el exterior.
- Isaac, ¿estás bien?
- Me encuentro bien.
- Deberías estar agotado.
- Lo sé.
Trato de descifrar su expresión, aunque casi no puedo verle la cara.
- Parece que te estás recuperando de la infección -le digo, intentando animarle. Lástima que estas cosas se me den tan sumamente mal. Obviamente, no lo consigo. Vuelve a mirar por la ventana, apartando su rostro de mi vista. Está preocupado por lo que le está ocurriendo... y no me extraña.
- Mañana estarás muy cansada si no descansas bien -responde en un susurro. Capto la indirecta y vuelvo silenciosamente al sofá donde estaba, aunque no sé si podré volver a dormirme.

- ¡Alex despierta! -dijo Sam claramente alterado mientras zarandeaba demasiado bruscamente a la doctora para despertarla- ¡Vamos Mishel, arriba maldita sea! Se que estáis cansadas y que todavía no ha salido del todo el Sol, pero hay una nota y creo que es de Isaac.
Como un resorte Mishel coge el maltrecho papel que Sam sujeta con su mano derecha y a medida que lo lee sus ojos se desorbitan ligeramente mientras una sonrisa involuntaria asoma en la comisura de sus labios.

-¿Quieres leer en voz alta, maldita sea? -comenta la doctora Sky visiblemente alterada.

-Se ha largado, mejor, así un problema menos -dice Mishel con un tono de voz que presenta claramente alivio.

-No entiendo cómo lo ha hecho - dice Sam visiblemente consternado. -¿Es culpa nuestra? ¿Creéis que nos oyó anoche? ¡Malditos demonios! con lo sencillo que era todo antes de que ese cabrón putrefacto le mordiese.

-¿Fácil? -dice Mishel asombrada.

-Sí, fácil, ¡Isaac señalaba y yo sólo tenía que dar un mamporro! Y por descabellados que fueran sus planes han salido bien, es decir, seguimos vivos, ¿no? Además, el jodido poli tenia buena puntería, voto por buscarle - dice Sam enérgico.

-¿Y alguno de los presentes tiene alguna remota idea de cómo rastrear a una persona en una ciudad? Sólo podemos ir a nuestro aire, además puede que ya esté muerto, uno solo es carne de cañón por esta paradisíaca ciudad. - dice Mishel con el rintintín del que no esta de acuerdo con la idea.

-Y tú que opinas Alex, ¿qué hacemos?- comenta Sam bastante más apagado, tras la verdad que esconden las palabras de Mishel.

martes, 12 de enero de 2010

El vecino de arriba

- Esperad aquí un momento -susurra Sam. Con el hacha preparada, se acerca lentamente a la puerta, también manchada de sangre, y da dos fuertes golpes con el puño. Esperamos en silencio una respuesta, un sonido, algo que nos indique qué hay dentro del piso, qué ha causado este estropicio. No ocurre nada. Repite los golpes, esta vez con más fuerza. Supongo que si hubiera algún muerto en el interior, lo hubiéramos oído gemir, o al menos arrastrarse en dirección a la entrada. Aunque a estas alturas, es difícil estar seguros de nada.
- ¿Entramos? -añade Sam, en voz baja. Asentimos y nos ponemos en marcha, detrás de él, procurando caminar con el máximo sigilo posible. Un desagradable olor nos da la bienvenida, y no puedo evitar rememorar la zanja con la que nos encontramos hace un par de días. El olor es el mismo, aunque menos intenso. Es olor a cadáver.
- Tengo náuseas... -murmura Mishel, angustiada. Me cubro la nariz y la boca con la manga de la chaqueta, y ella me imita. A medida que nos adentramos en el piso, el olor es más intenso. Al final, inevitablemente nos encontramos con la fuente.

Entramos en el dormitorio y la escena es, por decirlo suavemente, bastante desagradable. La pobre mujer debe de llevar varios días muerta, sobre un charco de sangre de color oscuro del que surgen las marcas que hemos seguido desde la entrada del piso. El hecho de que tenga la cabeza destrozada hace pensar que estaba infectada y alguien la mató, tal vez, el propietario del pie que todavía mantiene agarrado con su mano amoratada y fría. Me pregunto si esa persona fue quien dejó las trazas de sangre en el suelo, al alejarse de ella. Lo cual indicaría, por otra parte, que probablemente ahora se encuentre rondando cerca de aquí, convertida ya en un despojo. Y eso no nos conviene para nada.
- Es horrible... -murmura Mishel a mis espaldas.
- ¿Cómo puede alguien arrancar un pie de esa manera? -añade Alex, perpleja.
- Creo que prefiero no saber los detalles... -le respondo-. Su propietario podría seguir por aquí. Deberíamos registrar el piso a fondo.
Los demás están de acuerdo, así que una a una, revisamos todas las habitaciones de la vivienda. El piso es pequeño y muy pronto llegamos a la conclusión de que, aparte del cadáver, estamos solos. Por el momento, hemos encontrado un buen lugar donde descansar, lo cual es bastante reconfortante, pero no creo que me quede tranquilo hasta asegurarme de que el zombi cojo no anda cerca. A juzgar por lo que hemos visto hasta ahora, sólo se me ocurre un sitio donde pueda estar.


- Deberíamos revisar también la azotea -dice Isaac, muy serio-. Las marcas de sangre subían las escaleras, el muerto podría estar allí.
No me atrae especialmente la idea de ir en busca de un zombie que bien podría no estar solo, por mucho que a la luz del día no parezcan tan peligrosos, pero tampoco me gustaría que apareciera aporreando la puerta mientras dormimos. He tenido suficientes sorpresas para toda mi vida.

- Vamos -digo, decidida.


Sam
y yo encabezamos la marcha. Nuestro armamento, el que ya comienza a ser propio de cada uno: un hacha y un martillo, ambos cortesía del servicio de bomberos. Isaac, detrás, lleva una pistola, aunque hemos acordado que lo mejor es ahorrar toda la munición posible. Mishel se ha hecho con un palo de golf, aunque no parece que tenga muchas ganas de usarlo. Tampoco a mí me gusta destrozar cabezas... Subimos un pequeño tramo de escaleras y poco después encontramos la puerta que conduce a la azotea. Está abierta y manchada de sangre. Esperamos unos instantes, en silencio, atentos al menor sonido que pudiera denotar una presencia extraña, pero no se oye nada. Me asomo por el umbral de la puerta, sólo un poco, y analizo con cuidado todo mi campo de visión, pero parece que no hay nadie. Me adelanto un poco más, y es entonces cuando algo pesado y frío me cae encima.


Todo parece transcurrir más lentamente ante mis ojos, veo al condenado sobre la doctora moverse muy lentamente, mientras ella abre la boca para gritar y el rostro de nuestros compañeros se desencaja en una mueca de horror a cámara lenta. Lo veo todo como si no fuera real, como si no fuera conmigo y por un segundo me quedo observando como la criatura mantiene fuertemente su presa contra el suelo y se dispone a morderla, entonces me cabreo, me cabreo de verdad.
Propino una patada en el costado de la criatura antes de que cumpla sus deseos y ésta sale despedida unos pocos metros a un lado, rodando por el tejado. Le falta un pié, sin duda el amigo de la vecina de abajo, un chico listo pienso. Avanzo hacia él con paso seguro, no se por qué pero no tengo miedo, es como un sueño en el que manejo mi voluntad. Sigo pataleando a la criatura mientras ésta se revuelve para intentar atraparme, demasiado lento. De pronto deja de moverse, me cercioro de que la última patada ha debido romperle el espinazo, tengo las botas llenas de sangre pero no me importa, siento una falta de sensibilidad un tanto extraña y de repente me siento tremendamente agotado, hambriento y pesado... me fallan las fuerzas pero huelo algo apetecible, me giro y sonrío a mis compañeros, sus caras me muestran su máximo esplendor de sorpresa, pero no me importa... demasiado.

Me levanto del suelo trastabillando, todavía con el pulso acelerado por el susto. Por suerte Isaac se ha deshecho del engendro antes de que tuviera tiempo de nada, aunque ha estado cerca... Me doy cuenta de que se ha formado un silencio extraño y veo a Sam y Mishel, completamente inmóviles, que observan a Isaac con expresión de sorpresa. En su rostro se dibuja una sonrisa, como la de quien escucha de pronto una canción que le gusta o recuerda una buena comida. Se acerca a nosotros lentamente, ni siquier parece cansado después de la paliza que le ha dado al despojo hace un momento. Lo cierto es que ha sido bastante sorprendente, sobre todo sabiendo que hace un minuto, en el piso, apenas podía mantenerse en pie. ¿Qué le pasa? Está como ido...
- ¿Isaac?

Se detiene y mira a su alrededor, como confundido. No sé si pronunciar su nombre lo ha devuelto a la realidad o sólo ha sido cuestión de suerte.

martes, 5 de enero de 2010

En imágenes

Esta no es una entrada al uso, no forma parte del relato. Es una pequeña petición que voy a hacer a los lectores de esta historia...
Nes·calina ha estado últimamente haciendo algún que otro boceto de los personajes de Plaguelanders. Si la cosa progresa, sus dibujos podrían ilustrar las entradas del relato. Para ello, sin embargo, necesita un poquitín de ayuda... vuestra. Así que, si queréis, os podéis pasar por su blog y dar vuestra opinión sobre cómo retratar a los personajes. Sería muy interesante que los lectores nos dijérais cómo los habéis imaginado, para hacerlos lo mejor posible.

De momento, podéis ver los bocetos de Alex y de Mishel. Próximamente, el resto. ^^

Actualización: ¡Hay más!

domingo, 3 de enero de 2010

Escaleras

El motor gime agonizante ante los intentos de Sam por que vuelva a arrancar. Es el único sonido que se escucha en el interior del vehículo. Aunque lentos, los cadáveres van acercándose a nuestra posición.
- ¡Tenemos que salir!
Mi aviso parece hacer reaccionar a los demás, que rápidamente cogen las mochilas y las pocas armas que nos quedan y salen del todoterreno. Hago lo mismo, y al poner en el suelo la pierna herida una ráfaga de dolor sube desde mi tobillo hasta el pecho. Me agarro a la puerta del vehículo para poder permanecer de pie.
- ¡Isaac! -me llama la doctora, los demás están unos metros por delante. Me dirijo a ellos cojeando, tratando de ignorar el dolor que todavía atenaza cada centímetro de mi cuerpo.

En principio, no resulta difícil ganar ventaja a los despojos. Son bastante lentos, y en pleno día parecen todavía más torpes y descoordinados, aunque no sé por qué. Los seres humanos somos seres diurnos, pero ellos... no sé qué son ellos. Sólo sé que no quiero andar cerca, así que continuo caminando tan rápido como puedo y sujeto con fuerza la pistola en mi mano derecha.
- ¿Hacia dónde vamos? -pregunta Mishel. Sam, que va en cabeza, se encoge de hombros.
- ¿Alguno conoce la zona? -dice. Miramos a nuestro alrededor, pero ninguno sabe exactamente dónde estamos. La mayoría de edificios son bloques de apartamentos, en apariencia antiguos, y en los bajos hay pequeños comercios. Tal vez alguna de las viviendas pueda suponer un refugio más o menos seguro... No sé por cuánto tiempo voy a poder seguir caminando.


Intentamos movernos rápido, evitando a los cadáveres que nos vamos encontrando. Por el momento, parecen bastante dispersos, y si se acercan no es difícil acabar con ellos, vienen uno a uno, y nosotros somos cuatro. Bueno, realmente, Mishel no va armada y se esconde detrás de Sam cuando alguno se aproxima demasiado, y entre él y yo apenas sumamos uno y medio... Isaac no tiene buen aspecto, creo que la pierna le duele mucho más de lo que intenta aparentar. Hay que darse prisa, buscar un refugio donde pueda recuperarse. Si pudiera saber qué le pusieron aquellos tipos, o qué está causando las infecciones...

Comienzan a aparecer más despojos. Es raro, parece como si pudieran detectarnos sin vernos... sé que parece una burrada, pero cada vez siento más curiosidad por esos seres, a pesar de la pena, el miedo, o la repugnancia que puedan inspirar. Su conducta parece errática pero ¿y si...?

- ¡Por aquí! -grita Mishel, señalando un edificio de varias plantas a un lado de la calle. Parece una finca de apartamentos, y la puerta principal está entreabierta. Nos acercamos con cautela, atentos al menor ruido que pueda surgir de su interior, pero todo parece en silencio. Una vez dentro, cerramos la puerta y nos quedamos quietos, expectantes. Pasan los minutos y no ocurre nada.

- Parece que no hay nadie por aquí -dice Sam en un susurro-. ¿Qué tal si subimos arriba a ver qué encontramos?
Nos miramos un momento, como dudando, aunque creo que esta es nuestra mejor opción. Volver sobre nuestros pasos nos llevará a la misma situación que antes, y esta es una buena oportunidad para encontrar un sitio seguro y tranquilo. Necesito descansar...

En el rellano del primer piso no hay nada más que una mesilla y una planta de plástico. Probamos las cuatro puertas de las viviendas, pero todas están cerradas. Subimos al segundo piso, y al tercero, y la escena se repite. Nos queda el último piso, y la azotea. Empiezo a pensar que no encontraremos un refugio decente cuando llegamos al cuarto. Me apoyo contra la pared, agotado, mientras observo el escenario que mis compañeros miran en silencio. Una de las puertas está abierta de par en par, y del interior del piso surgen unas trazas de sangre en el suelo que suben la escalera en dirección a la azotea.