domingo, 27 de diciembre de 2009

Cuatro ruedas

Hay seis o siete zombies en la calle, los esquivamos con facilidad. Parece que siguen concentrados alrededor de la comisaría, así que a medida que nos vamos alejando, avanzar se hace bastante más fácil. Al principio no me convenció la idea de coger un vehículo... podría convertirse en una trampa mortal si nos rodean... pero mientras nos mantengamos suficientemente alejados, la cosa puede funcionar.
Hemos cogido uno de los vehículos que había en el garaje, bajo las oficinas. Es un todoterreno, el único que tenía las llaves en el contacto. Sam va conduciendo, Mishel está en el asiento del copiloto. Yo voy detrás, Isaac está tumbado en el asiento con las piernas encima de mis rodillas. Antes, cuando casi se desmaya, me he asustado de verdad. Creo que fue una bajada de tensión. Me preocupa qué vaya a pasarle ahora... aquello que le pusieron evitó que se convirtiera pero no sabemos qué otros efectos puede tener.

Sam detiene el coche y Mishel se da la vuelta.
- Hay una tienda ahí delante -dice-. Deberíamos coger algo de comida, y sobre todo agua.
- Iremos tú y yo -le digo a Mishel-. Una mochila cada una, entramos, las llenamos, y nos largamos tan rápido como sea posible. Sam, mantén el motor en marcha para poder salir pitando.
Sam sonríe y hace un saludo militar.
- ¡A la orden!
Suspiro y bajo de un salto. Mishel me imita. Empezamos a correr.

Me incorporo cuando estoy seguro de que el coche se ha parado. El sol entra por la ventanilla y me da de lleno en la cara. Miro mi reloj, pero está roto. Debió de romperse por la caída de esta madrugada. Estamos en una calle que no había visto nunca. En el asiento de delante veo a Sam. ¿Dónde están las chicas?
- Parece que ya estás mejor -dice mi compañero, desde el asiento del conductor. Aunque sigue doliéndome todo el cuerpo, asiento con la cabeza y le pregunto por Alex y Mishel.
- Dentro de la tienda -explica-. A por algo de provisiones. Luego buscaremos un buen refugio.
- ¿Ahí dentro? ¿Solas? -exclamo, comenzando a asustarme. Sam levanta las manos en un gesto tranquilizador. Me enseña un walkie-talkie.
- Tienen una pistola y un martillo, y un walkie por si necesitan una intervención de urgencia.
- ¿De dónde ha salido eso? -pregunto, creo que estoy recibiendo demasiada información para mi cerebro recién recuperado-. ¿Y de dónde ha salido este coche?
- Debajo de las oficinas había un garaje, con vehículos de la policía. Cogimos el coche de ahí, y los walkies estaban en la guantera.

Voy a preguntar algo más, pero se oye un crujido procedente del aparato y la voz de la doctora, hablando entrecortadamente.
- ¡Sam, prepárate para arrancar enseguida!
Mi compañero quita el freno de mano y los dos observamos la puerta de la tienda, conteniendo la respiración. A los pocos segundos, las chicas aparecen cargando con las mochilas llenas y corriendo tan rápido como pueden. Suben al todoterreno a toda prisa y Sam arranca enseguida. Mientras doblamos la esquina, un par de muertos aparecen a la vista. Otros están saliendo de la tienda. Por suerte, nosotros vamos sobre cuatro ruedas. Poco a poco, los vamos dejando atrás.

- ¿Habéis conseguido algo? -pregunta Sam. Mishel responde, todavía recuperando la respiración.
- Tenemos para unos cuantos días...
- ¿Qué ha pasado ahí dentro? -dice Isaac. Parece que está un poco mejor.
- Salieron unos cuantos de detrás de una estantería -respondo-. Evitamos dispararles, para ahorrar munición, así que corrimos...
Avanzamos unas calles más, recuperándonos del susto. Por suerte, hemos conseguido bastante agua y provisiones para los próximos días. Ahora tenemos que encontrar un buen refugio para pasarlos a salvo...

- Alex... -dice Isaac, en voz baja. Me acerco para ver qué quiere decir-. Este coche, es un vehículo de la policía, ¿verdad?
- Sí... No irás a detenernos, ¿no?
- No, no, es sólo que me extraña que hubiera vehículos en un garaje cuando todas las unidades de la ciudad fueron movilizadas por la cuarentena. La única razón por la que se me ocurre que estuvieran allí es porque fuera un taller de reparación...
No acabo de entender lo que implican sus palabras hasta que el coche hace un ruido extraño y el motor se apaga. Miramos a la vez por el cristal trasero. Los muertos que acabábamos de dejar atrás empiezan a ganar terreno.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Muertos

Sam tiene razón, no podemos quedarnos aquí. En nuestro precipitado escape de la comisaría, perdimos gran parte de nuestras provisiones... y de todas formas, los tipos de los trajes podrían volver en cualquier momento. No me apetece volver a verlos, aunque reconozco que me gustaría hacerles algunas preguntas... Dentro de un par de horas será pleno día, y podremos salir. Hasta entonces, no queda otra que esperar, y tal vez planear lo que vamos a hacer.
Isaac se ha quedado dormido, los demás estamos sentados en el suelo, en silencio, sin mirarnos.
Sólo se oye la trabajosa respiración de nuestro compañero, teñida de fondo por el lamento de los muertos. Mishel intenta en vano hacer funcionar un teléfono móvil. Está empezando a sollozar de nuevo, pero esta vez no la culpo. De repente, los acontecimientos de esta noche fatídica vuelven a mi cabeza y me golpean con fuerza. Noto como se me estrecha el nudo en la garganta. Tengo que hacer algo para mantener la mente ocupada, así que me dedico a vacíar las dos mochilas que nos quedan y hacer inventario de lo que tenemos: medio litro de agua, una bolsa de nueces, un montón de barritas energéticas...

Mel está muerto.


Angustiada, me intento concentrar todavía más en la tarea. Dieciocho barritas energéticas, tres jeringuillas, un paquete de vendas...

Todo el mundo está muerto, joder.


Hundo la cabeza entre las rodillas, agotada. Por un instante, deseo estar muerta también. Empiezo a llorar en silencio.



Me despierto mareado, sin saber muy bien dónde estoy ni qué me ha pasado. Desafortunadamente, no pasa mucho tiempo hasta que lo recuerdo. Me duele todo el cuerpo, especialmente el tobillo... Abro los ojos con esfuerzo. Alguien me está hablando, mientras me zarandea con suavidad. ¿Quién es? Ah, sí... la doctora... No entiendo lo que dice...
- Isaac... Isaac, ¿crees que vas a poder levantarte? -su voz me llega lejana, amortiguada. Intento enfocar la mirada. No tiene muy buena cara.

- Creo... que necesitaré un poco de ayuda -consigo articular, al fin.

- Sam, ¿puedes ayudarme? -dice, dándose la vuelta. No alcanzo a ver a Sam, sólo siento su brazo agarrarme con fuerza por las axilas, levantándome con una facilidad asombrosa. Todo empieza a darme vueltas... Alex aparece por el otro lado, y me apoyo sobre ella. Sam se adelanta unos pasos mientras nosotros avanzamos lentamente tras él. Mishel está a su lado, cargando con una de las mochilas.


Los seguimos a lo largo de los pasillos hasta llegar a un espacio grande, más oscuro. Empiezo a marearme de nuevo... me fallan las piernas y la visión...

- ¡Sam, ayúdame! -grita la doctora. Apenas la oigo... apenas oigo nada, ni veo... Me dejan sobre un asiento mullido. Hablan entre ellos, pero no entiendo nada. Cierro los ojos y me quedo quieto. Creo que nos movemos.