viernes, 3 de abril de 2009

Reflexiones


Abro los ojos tras un fuerte ruido de arañazos, miro hacia la ventana de donde proceden para ver las manos ensangrentadas de uno de esos cadáveres ambulantes. La doctora está a mi lado profundamente dormida y trato de levantarme con cuidado de no despertarla. Camino sigilosamente medio agachado hasta el ventanal, preparo la porra para golpear justo en la cabeza del otro lado del cristal....no me ha visto, alzo los brazos y siento un golpe seco en el estómago, miro hacia abajo mientras las fuerzas me abandonan y la porra se desplaza a cámara lenta hacia el suelo....veo cristales, y un brazo descarnado incrustado en mi abdomen...siento un sabor férreo en el paladar y un espeso líquido gotea por la comisura de mis resecos labios...¿eso es todo? ¿ya terminó?


Despierto de golpe envuelto en oscuridad, espero unos segundos a que mi visión se adapte, estoy sudoroso, y tengo el abdomen intacto. Una pesadilla.
Me seco el sudor con el reverso de la mano, sintiéndome todavía aliviado de seguir con vida, aunque sea en el mismísimo infierno. Miro la hora en mi reloj de pulsera, las 4 menos cuarto de la mañana...
El padre con su niña siguen durmiendo abrazados, miro a la doctora, dormida a mi lado y oigo mi propio suspiro. Es curioso, no la conozco de nada, pero ya formamos un equipo, empezamos esto juntos y preferiría no tener que separarnos hasta que todo este asunto de los muertos andantes se aclare.
Sonrío en la oscuridad y trato de volver a conciliar el sueño, no será fácil, pues sonidos de ultratumba se arrastran por la ciudad.

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