lunes, 25 de junio de 2012

Confiar, o no confiar (II)

El trayecto hasta Cornwell dura unos treinta minutos, suficiente para provocarme dolor de espalda y algo de mal humor. Sophie se ha sentado en el lugar del copiloto para darle indicaciones a Lukas sobre cómo llegar al lugar donde se encuentra su grupo. A Arthur lo hemos acomodado en el asiento trasero, Isaac se ha sentado junto a él. Mishel y yo vamos acurrucadas en el maletero del todoterreno. Es bastante incómodo, y tenemos que compartir el espacio con una enorme caja de herramientas y las armas y munición que hemos podido llevarnos del cordón militar, que no son muchas, de todas formas. Por la ventanilla apenas veo nada, aparte de las copas de los árboles y el cielo que se empieza a oscurecer, aunque no parece que haya mucho que ver. Pienso en el lugar seguro que Sophie nos ha prometido. En si es verdad que es seguro, en si allí hay gente de fiar. En si nos van a dejar quedarnos con ellos al menos una noche. Al cabo de un rato Lukas aminora la velocidad y los tejados de las casas de las afueras sustituyen a los árboles. Supongo que hemos llegado.


A medida que nos adentramos en el pueblo intento captar todos los detalles que puedo sobre el entorno. A simple vista, parece vacío, al menos hasta donde podemos ver. Hemos recorrido una calle amplia con casitas iguales a ambos lados. Los jardines se ven algo descuidados, y eso provoca una sensación de abandono un poco inquietante. Cuando llegamos a una bifurcación, torcemos a la derecha y seguimos avanzando, aunque el paisaje no cambia, casas y árboles, algún parque, una pista de tenis, todo vacío. En cualquier momento espero ver un zombi doblar una esquina, pero eso no ocurre. Mientras recorremos el trayecto que Sophie indica a Lukas, no vemos ni uno.
- ¿No hay zombis en Cornwell? -pregunto al cabo de unos minutos. Me doy cuenta de que todos los ocupantes del vehículo se inquietan un poco.
- Algunos, aunque no muchos -dice Arthur-. Hemos limpiado muchas zonas... Sophie nos está dirigiendo al instituto por zonas seguras.
- ¿Al instituto? -pregunto. ¿Allí es donde están vuestros amigos?
Arthur asiente con un leve movimiento de cabeza. Me doy por satisfecho de momento. Una vez allí podré enterarme de por qué este pueblo está tan vacío, de vivos y de muertos.


Prácticamente ha oscurecido cuando Lukas detiene el coche. Me atrevo a asomarme por la ventanilla trasera del todoterreno y observo una calle bordeada de árboles y algunos edificios bajos. Junto a nosotros se eleva una construcción de dos pisos que supongo que es el instituto del que ha hablado Sophie. Todos nos quedamos callados sin salir del coche, supongo que nadie sabe muy bien qué hacer. Oigo a Lukas preguntar qué pasa ahora.
- Será mejor que esperéis aquí mientras entro y les cuento a los demás lo que ha pasado -dice Sophie.
Isaac habla antes de que baje del coche.
- Arthur se quedará con nosotros hasta que vuelvas.
Ella asiente y se baja sin decir nada. Nos quedamos callados durante unos minutos mientras el cielo termina de oscurecerse poco a poco. Empiezo a ponerme nerviosa pensando en qué clase de personas habrá ahí dentro y si nos van a permitir unirnos a su grupo. Sophie y Arthur parecen gente normal, pero aún así rezo por que ninguno de ellos sea un energúmeno como los últimos con los que nos topamos.
Al final, oímos voces fuera y la puerta del maletero se abre de repente. Alguien me enfoca en la cara con una linterna y me ciega por un momento. Levanto las manos y me quedo quieta y en silencio hasta que alguien me habla.
- Tranquilas, tranquilas -dice una voz de hombre. Me doy cuenta de que se refiere a Mishel y a mí y me pregunto cómo estará pasándolo ella.
- ¿Podría quitarme la luz de los ojos?
- Perdón -dice el hombre, con una risilla, y aparta la linterna de mi cara. Bajo de un pequeño salto mientras dejo que mis ojos se acostumbren de nuevo a la oscuridad. Un hombre y una mujer observan a Mishel, que sigue en el maletero, con una mezcla de curiosidad y cautela. Me acerco a ella y trato de calmarla.
- Tienes que venir conmigo -le digo en tono dulce-. No te pasará nada Mishel, estamos en un lugar seguro.
Tengo miedo de no estar diciéndole la verdad.


Un pequeño grupo de gente ha salido del instituto a darnos la bienvenida. Intento estudiarlos rápidamente, a pesar de la poca luz y de que nos enfocan con las linternas directamente a los ojos. A primera vista, veo que son cuatro hombres y tres mujeres, algunos de ellos llevan armas. Mientras bajamos del coche, un par de muchachos salen del edificio a toda prisa para llevarse a Arthur al interior, pero a nosotros nos cortan el paso. Cuando me acostumbro a la penumbra distingo a Alex ayudando a Mishel a bajar del maletero del todoterreno. Al final, somos nosotros cuatro frente a ellos siete, además de Sophie que observa desde la puerta del instituto. Es un edificio grande, y la parte del patio está bordeada por una valla con rejas de aspecto robusto. No parece mal lugar para resistir en un momento como éste. Me pregunto cuántos más habrá ahí dentro. 
- Os agradezco que hayáis ayudado a Arthur y a Sophie -dice uno de los hombres, debe tener unos cuarenta años y lleva barba incipiente tocada de algunas canas-. Mi nombre es Marcus. No encantaría prestaros ayuda pero como entenderéis, no podemos dejar pasar a todo el mundo... Necesitamos saber que sois gente de fiar.
- ¿De fiar? -pregunta Lukas, un tanto exasperado-. Acabamos de pasar un infierno, o algo peor, no podemos volver a la ciudad...
Alex se adelanta y les cuenta sin entrar en detalles la pesadilla de la que venimos escapando.
- Hace sólo unas horas que perdimos a un buen amigo -dice, y parece que se le quiebra la voz un instante-. No tenemos nada, estamos agotados, asustados y hambrientos. Así que, si nos permitís entrar aquí, al menos podremos pasar la noche en un lugar seguro. Hemos ayudado a vuestros amigos. Hemos bajado del coche desarmados a pesar de que vosotros no lo estáis. Si ahora queréis, podéis coger nuestras cosas, las armas y la munición, nosotros somos pocos y no tenemos fuerzas para defendernos. Estamos dispuestos a trabajar con vosotros y a colaborar en lo que sea.
Trato de adivinar qué piensan ellos, pero no consigo leer sus expresiones. Diría que dudan... al menos la solución de Alex de convencerlos por las buenas es mejor que la que se me pasa por la mente, que no es otra cosa que reventarle la cabeza al tal Marcus. Me preocupa que nuestros anfitriones sean unos locos, pero si resultan ser buena gente, este podría ser un buen sitio para que mis compañeros descansen, un sitio para que estén seguros. Podrían quedarse aquí, y yo podría marcharme y no ser un peligro para todos cada vez que me entre hambre. Pienso en algo que no sea comer y escucho el final del pequeño discurso de Alex.
- Nos hemos puesto en vuestras manos, estamos confiando en vosotros. ¿No creéis que deberíais correspondernos?
Cuando ella se calla, se hace un silencio extraño, un silencio que parece que no se va a acabar nunca.

7 comentarios:

  1. Cagundena!! No nos dejes así XD Buenísimo como siempre, ahora esperar un poco más...

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  2. IMPRESIONANTE,,,quierooo maaaaaaaasss!!!

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  3. Mal rollo... O pasan de ellos y se complica la cosa o les dejan pasar y en el momento que tenga que comer, como se den cuenta, liarse la cosa...

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  4. Ya lo veréis, no queda mucho para la continuación... y lo mejor es que si me dais alguna idea, la puedo usar para las próximas entradas ;)

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  5. A mi me parece que hay gato encerrado. Ese lugar seguro que también oculta algo.

    Vanessa_K

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  6. A mí, independientemente de lo que vaya a ocurrir, me parece que hay mucho material para desarrollar uno o varios conflictos. ¡Mucha tela que cortar! =D

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