martes, 3 de agosto de 2010

Un olor familiar

Creo que debo estar en una especie de coma, me siento vagar de una pesadilla a otra siempre con el mismo argumento. El mundo aparece borroso como inundado por una nube negra y espesa, deformando los edificios en borrosas paredes y convirtiendo al resto de criaturas en sombras de agudos y lacerantes chillidos. La pesadilla siempre se repite, vago por la negra espesura en la que se ha convertido la ciudad, y de vez en cuando siento como las sombras me rodean para morderme, para alimentarse de mi alma... pero en lugar de ello ocurre algo peor, me dejan en paz, como si fuese una broma macabra del destino, como si yo fuese igual que ellas.
Recupero y pierdo el conocimiento en ese punto, entre sudores fríos y convulsiones que me hunden de nuevo en mis pesadillas, ya no sé si lo que sueño ocurre o simplemente es producto de mi mente... qué más da, creo que no me van a dejar morir, mi cuerpo se niega a dejarme morir.
La siguiente pesadilla es similar a la anterior, pero acabo devorado por una horda de sombras hambrientas de colmillos afilados. Y me veo a mi mismo en un charco de mis propias entrañas, pugnando por alcanzar algo con mi mano, pero sin poder arrastrarme, sin fuerzas... tan sólo me estiro todo cuanto puedo para terminar sintiendo el peso de una terrible bota militar y la sonrisa de la sombra más cruel de la ciudad.
Vuelvo a despertar, no veo nada, solo oscuridad, no oigo nada... tan solo siento el sudor segundos antes de que vuelvan las convulsiones... algo está cambiando, empiezo a percibir un olor familiar antes de desvanecerme de nuevo.




Escuchamos como algo se arrastra al otro lado de la puerta, tal vez algún mueble que la estaba bloqueando. Lukas y yo nos miramos, preocupados, y casi inconscientemente agarro el mango de mi martillo y pongo en tensión todos los músculos del cuerpo. Lukas da un paso hacia atrás, vacilando, cuando la puerta se abre un poco. Nos recibe el cañón de una pistola.
- Llegáis a punto para la fiesta -dice una voz ronca.


A la primera arma le sigue otra. Nos quedamos paralizados, el corazón latiendo a cien por hora. Mis pensamientos vuelan de aquí a Sam y Mishel, aterrorizada ante la perspectiva de que estén atrapados en las oficinas con esa gente. El que está más cerca es un hombre de unos cuarenta años. Lleva la cabeza rapada y esboza una sonrisa torcida. Está diciendo algo, pero no me doy cuenta hasta que levanta la voz.
- ¡El martillo! ¡Que me lo des!
A mi lado veo como Lukas está entregando su pistola al otro, algo más joven y con el cabello cortado al estilo militar. Sin decir nada, obedezco la orden. La mano me tiembla cuando le doy el martillo, conteniendo la respiración.
- Ahora, adentro -dice el más joven, haciéndose a un lado para que pasemos pero sin dejar de apuntarnos en ningún momento. Desarmados, no nos queda otra opción que hacer lo que nos dicen. Me invade la certeza de que no vamos a salir de aquí con vida, pero el miedo que siento es extraño, parece como si estuviera viviendo un sueño, algo irreal.


Nos conducen al interior todavía encañonados. La planta baja está casi a oscuras, se escuchan voces en el piso de arriba. No me atrevo a preguntar por nuestros amigos, tal vez no hayan llegado todavía y no sepan de ellos. Puede que tengan algo más de precaución que nosotros y no los cojan... Mis esperanzas se desvanecen cuando llegamos al piso superior. En el despacho al final del pasillo hay varios hombres más. Uno de ellos, el que parece estar al mando, se adelanta unos pasos al vernos llegar. Tiene el pelo rubio, los descuidados mechones sobre los ojos. Sonríe, una sonrisa como de hiena.
Al otro lado de la habitación hay una pequeña figura hecha un ovillo, llorando medio desnuda. Es Mishel.
- ¡Pedazo de cabrón! -grito, adelantándome unos pasos, arrepintiéndome al instante. El golpe me alcanza la base del cráneo, haciendo que me tambalee y pierda el equilibrio. Caigo al suelo de rodillas, todavía mareada. Lukas parece haber recibido también, aunque no sé si ha hecho algo o lo han atacado por placer. Nos van a matar, estos locos nos van a matar. No entiendo cómo nos han encontrado en este lugar tan apartado, pero realmente da igual. Probablemente quieran llevarse lo que tengamos y quedarse con nuestro refugio. Matarnos por unas posesiones tan miserables... ¿y dónde está Sam?
- Encerradlos, chicos -dice el jefe.
- Levántate -ordena el que se encuentra a mi espalda. Me debato entre colaborar o resistirme, tal vez me pegue un tiro ahora y no tenga que sufrir más. Pero el instinto de supervivencia siempre gana. Me intento poner de pie, trastabillando. Me agarra del brazo con fuerza hasta hacerme daño y, de un tirón, me obliga a caminar por el pasillo. El otro lleva a Lukas delante de él, el cañón de la pistola en la espalda de mi compañero. Bajamos la escalera, hasta la planta baja. El hombre abre una puerta y empuja a Lukas al interior.
- ¡Sam! -exclama Lukas, intento darme la vuelta y correr hacia allí pero un nuevo golpe me detiene, esta vez en el pecho. Una patada me precipita al interior de otra habitación y la puerta se cierra de golpe. Intento forzarla, pero la han atrancado desde fuera. La ventana está tapiada y, como ya vimos al llegar aquí, tiene barrotes en el exterior. No voy a poder escapar.


Escucho voces y quejidos junto a mí, al otro lado de la pared. Lukas y Sam están justo ahí, en la oficina contigua, y les están haciendo daño. Golpeo la puerta y la pared desesperada, gritando y dando puñetazos hasta que me duelen las manos. Cuando los golpes cesan los llamo a gritos. Ninguno de los dos responde.


Me despierta un agudo dolor en el brazo izquierdo, abro los ojos para descubrir un maldito cuervo alimentándose en mi antebrazo ¡joder qué asco! de un manotazo lo estampo contra la pared del fondo donde cae inmóvil dejando una estela de plumas negras por el camino.
Salgo de la carnicería por el gran ventanal de cristal roto y el olor familiar me envuelve de nuevo ¿Alex?, miro a mi alrededor desorientado, es como si la tuviera muy cerca pero a la vez sé que no es así; el rastro viene de lejos, entremezclado con miles de tonos olfativos que ha recogido por el camino, creo que algo ha vuelto a cambiar en mí, me siento diferente de nuevo.
El viento me trae otra vez su olor, esta vez percibo un nuevo ingrediente, su miedo... salgo corriendo sin darme cuenta de que mi brazo esta intacto, como si nunca hubiese sido picoteado por un cuervo, entonces empiezo a sentir el calor de nuevo.
Siento que mis venas arden, se marcan negras a través de mi pálida piel, y acelero, acelero sin pensar, sin cansarme y sin dificultad, saltando coches, impulsándome con el entorno o usando las paredes de los edificios para girar bruscamente perdiendo el mínimo de velocidad.
Esta agilidad no es normal, siento que soy un depredador, un felino incansable directo a por su presa...

5 comentarios:

  1. Ah, guay, otros chalados. Como no deje de cambiar Isaac acabará siendo un mutante (¿?) mutado :)

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  2. Tintes muy negros ha tomado la situación, y las perspectivas inmediatas son inquietantes , y más aún ante lo que parece un reencuentro inminente con Isaac (bastante impredecible y enigmático ante sus continuas transformaciones) , sin olvidar la alargada sombra de Mel... Parece que el curso de los acontecimientos apunta a un punto de inflexión no muy lejano que podría ser determinante. Muchas cosas se están moviendo y será interesante ver como se entrelazan e interrelacionan en el desarrollo próximo de la historia.

    Me pregunto también que habrá sido de los supervivientes del refugio...

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  3. Efectivamente, Atreo, se va a armar la gorda :P

    Me alegro de veros por aquí a los dos! :)

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  4. Se van a cagar los hooligans estos... `_´ ¡Dales caña Isaac!

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  5. Por fin!!! el reencuentro está cerca. Otra entrada pronto, please!!

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