martes, 10 de julio de 2012

Cornwell

Un escalofrío me recorre cuando cruzamos las puertas del edificio donde el grupo de Marcus, Arthur y Sophie está refugiado, más por el hecho de dejar atrás a Isaac y Mishel que por el lugar en sí, que no es más que un instituto de secundaria convertido a la fuerza en un pequeño fortín contra la plaga. Me vienen a la mente los recuerdos del Purgatorio, pero esto tiene mucho mejor aspecto. Atravesamos un recibidor amplio y recorremos un par de pasillos con taquillas a los lados. Algunas tienen cosas escritas, pequeños dibujos o incluso una foto colgada, no me cuesta nada imaginar a los chavales entrando en clase o riendo en alguna esquina. Tengo la misma sensación que cuando entramos en alguna casa abandonada, la de ser un intruso que no debería estar aquí. Ninguno de nosotros deberíamos estar aquí, viviendo todo esto, de todas formas. 
- ¿Dónde está el resto de vuestro grupo? -pregunta Lukas. Marcus señala hacia arriba con el dedo índice.
- Hemos ocupado unas cuantas aulas del piso de arriba. 
Sin embargo, el grupo nos conduce hacia una escalera que baja.
- ¿A dónde vamos entonces? -pregunto, me estoy empezando a asustar. Marcus se ríe, parece que se ha percatado de mi miedo.
- Vamos a hacer una parada antes -luego, se vuelve hacia parte de sus compañeros, que nos venían siguiendo-. Podéis volver con los demás, no hace falta que bajemos todos a los vestuarios. Joseph, Lydia, ¿nos acompañáis vosotros dos?
El resto del grupo se aleja tranquilamente, charlando entre ellos, y los tres que se quedan con nosotros parecen también confiados. Parece... que se sienten seguros. Me aferro a esa pequeña esperanza y sigo a Marcus y los otros dos escaleras abajo, por un corto pasillo hasta llegar a dos puertas iguales. Un cartel indica que la puerta de la derecha es el vestuario femenino, y la de la izquierda, el masculino. La mujer, no recuerdo como se llama, me abre la puerta de la derecha y me invita a pasar. Supongo que aquí tengo que separarme de Lukas, aunque no tengo ningunas ganas de hacerlo. Me lanza una mirada que intenta ser tranquilizadora antes de entrar en el vestuario masculino junto a Marcus y el otro hombre, así que me resigno y entro en el otro sin mucha confianza. A la entrada del vestuario hay varios bancos de madera y una serie de armarios blancos. Huele a lejía. Deben de ser los vestuarios de una piscina. La mujer atraviesa la zona de los armarios y dobla una esquina.
- Vamos, ven aquí -me dice-. No tengas miedo.
Ya, eso es fácil de decir. Doy unos pasos hacia ella y luego me quedo quieta. 
- Tener miedo no es malo, es útil -le digo. Ella se ríe.
- Entiendo que te hayan asustado... Marcus suele hacerse el duro con la gente de fuera, porque nunca se sabe qué se puede encontrar uno por ahí. Anda, acércate, que seguro que esto te gusta.
Escucho un murmullo. Es agua, agua que corre. Voy hacia el origen del sonido, justo detrás de la fila de armarios. Una ducha.
- Tienes cinco minutos de agua caliente -me dice la mujer. Creo que voy a llorar.


Cuando el grupo entra en el edificio nos quedamos a oscuras. Llevaban unas cuantas linternas, pero no nos han dejado ninguna, así que subo al coche y enciendo la luz del interior. Escucho cómo aseguran la puerta del instituto desde dentro. Mishel se ha quedado plantada en la acera, sin reaccionar. Espero que ese estado de shock se le pase pronto, porque no estoy en condiciones de resolver los problemas emocionales de nadie. De todas formas, la mayoría de la gente en ese estado puede obedecer órdenes sencillas si se les dirige bien. Sólo tengo que conseguir que pase la noche dentro del coche, y que aguante ahí hasta mañana. Luego la dejarán entrar, y yo podré respirar tranquilo.
- Mishel, sube al coche -le digo, trato de ser firme pero no asustarla. No me hace caso, tampoco esperaba que lo hiciera a la primera. Bajo del vehículo de un salto y me acerco a ella. Le sujeto la cara con las manos y la miro a los ojos. Necesito concentrarme mucho para no hacerle daño en este momento, teniéndola tan cerca de mí.
- Mishel -repito, hablando lentamente-. Tienes que subir al coche. Yo vigilaré aquí fuera. No te pasará nada.
Después de mirarme un rato, procesando la información, asiente con la cabeza y sube al todoterreno. Se queda en el asiento de atrás, inmóvil. Le apago la luz y noto cómo se estremece al quedarse a oscuras, aunque no protesta. Cuando cierro la puerta, escucho como echa el seguro. Bien, puedo relajarme un poco. Me siento en el suelo, la espalda apoyada en una de las ruedas traseras del coche. Veinticuatro horas, me digo. Puedo aguantar ese tiempo sin comer. Y sin dormir. Puedo hacerlo.


Dejo que el agua me empape. Está caliente, siento como me quema la piel. Es una sensación tan agradable que no puedo evitarlo y me pongo a llorar. Esto es lo que hacía cada mañana al salir de la cama, darme una buena ducha, secarme el pelo, ponerme ropa limpia. Ahora no tengo cama donde dormir, ni ropa, ni familia, ni amigos, ni nada. No queda nada de lo que conocía, y las personas en quienes había confiado... Sam está muerto, Isaac parece haberse convertido en alguien completamente distinto. Tal vez hubiera sido mejor no haber salido nunca del hospital.
Me miro los pies, a mi alrededor corre el agua que se va llevando toda la suciedad que llevo encima. Me froto la cara y el cuello para quitar la sangre seca. El oído me duele un poco y lo sigo notando raro. Me tapo el otro y me doy cuenta de que casi no escucho el agua. Es difícil decir ahora si la pérdida de audición será permanente... supongo que no puedo hacer nada más que esperar para ver cómo evoluciona. El resto de heridas se irán curando poco a poco. Algo de descanso, y sobre todo comida, eso es lo que necesito. El agua se enfría y salgo de la ducha, la mujer me espera con una sonrisa y me acerca una toalla.
- ¿Te sientes mejor? -pregunta.
- Ya lo creo -respondo, y me permito por primera vez el lujo de bajar un poco la guardia. Ella parece darse cuenta.
- Me llamo Lydia -dice. Es un poco mayor que yo, pero tampoco mucho, andará sobre los treinta, más o menos. Tiene el cabello de un rubio rojizo y los ojos claros, con la piel llena de pecas. Me fijo en su ropa, una sudadera deportiva y unos vaqueros. Parece limpia y cómoda, me pregunto si tendrá algo de sobra para mí. 
Lydia me tiende la mano. Me seco la mía antes de estrechársela.
- Yo soy Alex.
Como si hubiera leído mis pensamientos, me ofrece un bulto de ropa cuidadosamente doblada. Huele a limpia, incluso la ropa interior. Me lo pongo todo rápidamente y me miro en el espejo. Llevo un chándal azul con lo que parece ser el emblema del instituto. Tengo una pinta bastante ridícula pero aún así seguro que es infinitamente mejor que la que traía cuando llegué aquí.
- Lavaremos tu ropa, pero puedes usar eso mientras tanto. Lo único que no tengo para ti son zapatos -me dice Lydia-. Lo siento, pero no tenemos ni un par de sobra.
- No pasa nada, mis botas están bien. No iré a la última moda, pero estaré cómoda -hago una pausa-. Muchas gracias por todo esto. No sabes cuánto necesitaba esa ducha.
- Lo sé -dice ella-. Han llegado varias personas desde que nos refugiamos aquí, pero nadie parecía tan hecho polvo como vosotros.
- ¿Crees que acabarán dejando entrar a los que se han quedado fuera? -pregunto.
- Esperemos que sí -echa a andar hacia la puerta-. Volvamos con los demás.


Cuando salimos al pasillo nos encontramos con Lukas y los otros dos, ya esperándonos. Lukas tiene la misma pinta ridícula que yo, con el chándal azul del instituto. Al vernos, nos reímos el uno del otro y me doy cuenta de que está mucho más tranquilo. Ahora, el grupo nos lleva hasta unas puertas amplias. Tienen un cristal redondo a la altura de los ojos a través del que se ve una sala a oscuras. Marcus da la luz, y la sala se ilumina, mostrando hileras de mesas y una barra con un carro de bandejas al lado. Estamos en la cafetería del instituto. Recuerdo el hambre que tengo con un dolor atroz en el estómago. Sin embargo, Lukas repara en algo mucho más importante.
- ¡Tenéis electricidad! 
Joder, qué idiota he sido. ¿Cómo no me he dado cuenta? Es de noche y me he duchado en un sótano, y había luz. Es increíble cómo me ha parecido completamente normal, sin reparar en que probablemente no haya energía en ningún otro edificio del pueblo. Mientras nos sirve un par de bocadillos, Marcus nos cuenta que el instituto cuenta con un generador de emergencia que puede abastecer el edificio durante varias semanas, aunque solamente mantienen la electricidad en algunas zonas comunes, para ahorrar todo lo posible. 
- Os enseñaré todo esto mañana. Ahora comeos eso, y nos iremos a dormir.
El hambre me hace pensar en Isaac y Mishel, ahí fuera, sin agua, sin comida. 
- Marcus, ¿puedo pediros algo? -digo-. No quiero abusar de vuestra amabilidad, pero nuestros amigos están ahí fuera y no tienen nada... ¿No podríais llevarles algo de comida y agua a ellos?
Marcus tarda un segundo en decir algo, pero enseguida sonríe y asiente con la cabeza.
- Claro, les llevaremos un par de bocatas. Joseph, ¿lo harás tú?
Joseph se encoge de hombros, no parece muy amigable. Aún así, accede. Sale de la cafetería con dos bocadillos y una botella de agua, y Marcus nos invita a ir con él y Lydia arriba. Me encanta la idea de dormir en un lugar libre de zombis, aunque no estaré tranquila hasta que Isaac y Mishel estén también a salvo. Por ahora, tenemos que esperar.


El tiempo parece que no pasa. Es completamente de noche, pero me voy acostumbrando a la oscuridad lo suficiente como para distinguir la silueta del coche frente a mí. Mishel sigue sentada y completamente inmóvil, pero al menos no da problemas. Me concentro en escuchar los sonidos de mi alrededor. El viento, un búho. Voces en el interior del edificio, pasos. Pasos que se acercan a donde estoy. Me preparo, alerta, escuchando a alguien acercarse a nosotros. Siento como mis músculos se ponen en tensión y me preparo para saltar sobre quien sea que se acerque.


Lo escucho, lo noto antes de verlo y me lanzo encima de él. En un segundo lo tengo inmovilizado contra el suelo, y es entonces cuando me doy cuenta de que algo va mal.

domingo, 1 de julio de 2012

A examen

Se pasan un rato callados, luego se miran entre ellos. Al final, el hombre llamado Marcus habla en voz baja con otro de los hombres y una de las mujeres. Deben de ser ellos los que están a cargo de decidir si nos permiten entrar o nos dejan fuera. Sophie nos prometió llevarnos a un lugar seguro, y aquí estamos, pero realmente no prometió que fuésemos a entrar. Intento echar mano de las pocas esperanzas que me quedan para no desmoronarme. Necesito comer, dormir... Mataría por una ducha caliente.
- Bien, hemos deliberado un poco -dice Marcus al fin-. Dejaremos que entréis y paséis aquí la noche, tal vez los próximos días. Más adelante tomaremos una decisión definitiva... Sin embargo, antes de que entréis, debemos asegurarnos de que ninguno estáis infectado.
- No lo estamos -dice Lukas. Marcus hace un gesto con la mano, como restando importancia a lo que Lukas ha dicho.
- Lo siento, pero que lo digáis no es suficiente -explica-. Tenemos que comprobarlo nosotros mismos. Desnudaos, vamos a asegurarnos de que no tengáis mordeduras.
- ¿Qué?
Mishel retrocede un par de pasos a mi lado y pienso que esto es lo peor que se les podía ocurrir, después de lo que ella ha pasado.
- ¿No podríamos...? -empiezo a decir. Marcus me corta.
- No es negociable. Si pasáis la revisión podéis entrar, si no, lo siento pero os quedaréis fuera. Si realmente no estáis infectados no tenéis nada que temer.
Nos miramos entre nosotros. Al final, doy un paso al frente. Es el fin del mundo, la dignidad queda en un segundo plano.
- Las damas primero -dice Marcus mientras me empiezo a desvestir.


Alex se quita la chaqueta y los haces de luz se dirigen hacia ella. A medida que se quita la ropa las heridas de su cuerpo van quedando al descubierto y empiezo a distinguir cortes, cardenales, arañazos... Tendría que haber llegado antes de que aquellos cabrones le pusieran un dedo encima, debí ser más rápido y ella no habría tenido que pasar por algo así. Se queda en ropa interior, pero ellos le piden que se lo quite todo. Supongo que llegado este punto ya le da igual, porque lo hace sin oponer la menor resistencia. Los demás iluminan cada palmo de su cuerpo y examinan cada herida hasta convencerse de que no supone un peligro. No me había dado cuenta de lo delgada que está, pero ahora que no lleva ropa puedo ver claramente todas sus costillas marcadas en la piel. Se mueven cuando respira. Es apetecible... Tengo que pensar en otra cosa y reprimir el instinto de lanzarme a su cuello. Miro hacia otro lado y espero a que vuelva a ponerse la ropa para respirar.


Sin embargo, luego es peor. Le toca el turno a Mishel y siento que voy a perder el control de un momento a otro solamente con su olor. Me alejo de ellos unos pasos pero sirve de poco. No sé qué voy a hacer si ahí dentro hay todavía más gente.


Se han tomado su tiempo para decidir que estoy limpia. Al menos se han convencido de que estoy sana a pesar de todas las heridas, algunas ni siquiera sabía que las tenía. Con Mishel ha sido más difícil, porque está aterrorizada. Les he pedido que la examinasen las mujeres para que estuviese más tranquila, pero aún así me ha costado convencerla de que se quitara la ropa. Al final, he tenido que quitársela yo mientras ella temblaba como una niña. Se ha puesto a llorar cuando le he quitado la camiseta porque no llevaba sujetador. No pudo encontrarlo después de que se lo arrancaran. Me paso el rato susurrándole palabras tranquilizadoras a pesar de que sirve de poco.
- ¿Qué es esto¿ ¿Es un mordisco? -dice una de las mujeres que la examinan.
Ella no responde, sólo me mira angustiada como esperando que haga algo para ayudarla. Les pido que no se alarmen y me dejen mirar. Si estuviera infectada, probablemente ya habría muerto a estas alturas, así que intento ver de qué se trata realmente la herida. Veo una hilera de pequeñas marcas en su hombro, un mordisco leve que ha dejado la piel rasgada en algunos puntos. Sin embargo, dudo que esto lo haya hecho un zombi. Apuesto a que fue uno de aquellos cabrones cuando la violaron. Intento explicárselo a esta gente.
- Esta herida la ha hecho una persona sana, no un zombi -les digo-. He visto las mordeduras de los zombis, la piel se pone morada alrededor y se infecta en poco tiempo. La enfermedad avanza rápido, ahora mismo ella estaría mostrando síntomas si estuviera infectada.
Con la expresión de su rostro, entiendo que no se han creído una palabra. 


Mierda.


- Ella se queda fuera, sigamos -dice Marcus prácticamente inexpresivo. No me da tiempo a hablar, cuando ve que voy a decir algo, añade-: Tengo que proteger a los míos, muchacha. No puedo poner en riesgo la vida de mi familia -luego se vuelve hacia Isaac y Lukas-. ¿Caballeros?


El grupo se vuelve hacia nosotros y trato de mantener una expresión neutra. Alex está ayudando a Mishel a ponerse de nuevo la ropa mientras intenta que mantenga la calma un momento. Lukas no protesta y se desnuda para dejar que lo examinen. Él está todavía más cerca de mí que las chicas y aguantar me cuesta todavía más. Aún así, intento mantenerme tranquilo para ganar algo de tiempo, no será fácil convencer a esta gente de que Mishel está bien, y no podemos dejarla fuera. Cuando acaban con Lukas, me empiezo a desvestir. Tengo muchas heridas en mi cuerpo, y muchas de ellas son mordeduras de los zombis. La mayoría, sin embargo, son sólo cicatrices ahora mismo. Los mordiscos menos graves se cierran en media hora, más o menos; los más graves pueden tardar dos horas. Ahora mismo, lo que ve la gente que me examina no es más que un montón de cicatrices cerradas y manchas de sangre bajo las que no hay herida. Me doy cuenta de que les sorprende, pero verlas cerradas los tranquiliza. Se fijan un poco más en la del tobillo, la que me contagió. Se nota que la herida que hubo allí era grave, pero se cerró al cabo de unos cuantos días. El disparo en el estómago es apenas una sombra, lleva varias horas curándose y pronto estará cerrado del todo.
- Está bien -dice Marcus-. Vosotros podéis entrar, si queréis, la rubia se queda aquí. 
- Por favor, sabéis que no es de un zombi -insiste Alex. De todas formas, creo que sabe que no van a ceder, pero empiezo a conocerla lo suficiente como para saber que ella tampoco lo hará. 
- Alex, Lukas, entrad vosotros -les digo-. Yo me quedo aquí esta noche con Mishel. Si la chica sigue sana dentro de veinticuatro horas, ¿os convenceréis de que no está infectada?


Tardan un rato en responder, pero si han visto algún contagio sabrán que es cuestión de horas, o incluso menos, que la persona muera. Así que es un punto a nuestro favor.
- Yo me quedo también -dice Alex. Bueno, me lo esperaba.
- No, tú entras -respondo-. Mishel estará segura conmigo, y será más fácil si sólo tengo que preocuparme de protegerla a ella. Pasaremos la noche dentro del todoterreno, justo aquí delante, así que si hay algún problema podemos pedir ayuda.
Marcus me mira sin terminar de creerse mis palabras.
- Dentro de veinticuatro horas volveremos a examinarla y tomaremos una decisión -dice al fin-. Las armas nos las quedamos nosotros.
Dudo, más que nada por lo de las armas. Pero tampoco es que las necesite si tengo que despedazar un par de podridos.
- Responderéis rápido si pedimos ayuda -digo.
- Tenemos siempre un vigilante en la azotea, os estaremos viendo durante todo el día. Si tenéis algún problema no os dejaremos tirados. Si os marcháis en algún momento de aquí sin justificación, perderéis la oportunidad de entrar. Y si traéis compañía indeseable, tomaremos a vuestros amigos como rehenes.
Le tiendo la mano a Marcus. Al menos, si pasara algo, habría dejado a Alex y Lukas en un lugar seguro. Espero que ese pensamiento me ayude a aguantar.