martes, 30 de octubre de 2012

Cambios de humor

No sé exactamente cuántos días llevo dando vueltas por el cordón militar, creo que un par de semanas. Aquí no hay signos de vida, no he visto un ser humano en todo este tiempo. Sí me he encontrado con unos cuantos zombis, todavía con su uniforme, y con muchos cadáveres desperdigados que se descomponen rápidamente debido a la exposición a los elementos. El tiempo se está volviendo más frío, así que me he dedicado a buscar ropa de abrigo que me valiera para sacársela a los muertos. Me he hecho con una chaqueta y un par de botas nuevas, y también con un rifle y munición, aunque ni siquiera he tenido ocasión de usarlos. Los vehículos abandonados me han sido de gran ayuda, he encontrado muchas cosas útiles que he utilizado para preparar pequeñas trampas que he dejado esparcidas por el bosque. Sin embargo, hay algo que me inquieta, y es pensar qué ocurrió al romperse la cuarentena para que el ejército dejara todo esto aquí abandonado. Ni siquiera tiene pinta de que hayan intentado volver a por algo, es como si los que quedaron vivos se hubieran largado para no volver, como si no tuvieran ninguna esperanza de recuperar este lugar. 

Comienza a bajar el sol, así que salgo del coche donde he pasado casi todo el día y me dispongo a hacer mi ronda por el bosque. Parece que me estoy volviendo un poco nocturno, porque cuando mejor me siento es en las horas antes y después del atardecer. Por el momento, solamente he conseguido atrapar pequeños animales, ardillas y algunos ratones, pero es una dieta muy pobre, y me está costando encontrar y atrapar presas mayores. Tal vez debería intentar arrancar uno de esos todoterrenos y largarme de aquí, conducir hasta quedarme sin gasolina y luego instalarme en otro lugar. Puede que lo haga, uno de estos días, si me veo con fuerzas. De momento, vivo al día, no quiero pensar en el futuro más allá de encontrar algo que calme un poco el hambre que me corroe.

Trato de ser lo más sigiloso posible. Es un ejercicio de autocontrol que exige que ponga todos mis sentidos en lo que estoy haciendo para no cometer ninguna estupidez que espante a potenciales presas. Escucho un murmullo no muy lejos de aquí, pero todavía fuera de mi alcance para un ataque rápido, así que de momento decido revisar mis trampas. Llego a la primera, que no es más que un tubo clavado en el tronco de un árbol. En la parte de abajo he colocado una malla con algunas nueces, de manera que el animal entra para cogerlas pero luego no puede trepar por el interior del tubo, y se queda atrapado dentro.
- Mira qué tenemos aquí -murmuro. Llevo tantos días sin escuchar mi propia voz que incluso me sobresalto, pero dura solo un instante, porque empiezo a relamerme al ver que mi trampa finalmente ha servido para algo. Hay una ardilla dentro, que intenta morderme cuando la saco. Apenas noto sus dientes, rápidamente le retuerzo el cuello y me dispongo a disfrutar del pequeño bocado.

Estoy comiendo, rápidamente y en silencio, cuando escucho el suave sonido de las hojas contra el suelo, los pasos cautelosos de un animal. Cuando levanto la vista, me encuentro otra vez con ese perro. Lleva días siguiéndome, pero no se atreve a acercarse, y si me vuelvo en su dirección, sale huyendo. Tampoco sé por qué un animal seguiría a alguien como yo. Sin embargo, ahí está, parece que por fin se ha decidido a mostrarse y acercarse. Tal vez el hambre lo haya obligado a ello. "Lo siento", pienso, "pero esto es mío y no lo voy a compartir".

El animal se acerca un poco más y me mira fijamente. Más que a mí, a lo poco que queda de la ardilla entre mis manos. Mierda, empiezo a sentir lástima. Termino con la comida más deprisa aún.
- No hay nada para ti -le digo, aunque no sirve para disuadirlo. 
Se sacude un poco el pelaje negro y enmarañado y avanza unos pasos más.
- Vete, no queda nada -añado. Sigue mirando mis manos con esos ojos enormes y tristes. Mierda, no quiero un perro. Dejo los huesecillos de la ardilla en el suelo, lo único que no he podido masticar, y me marcho en busca de mis otras trampas. El perro se queda en el lugar donde he estado sentado, dando cuenta de mis sobras. Me alejo antes de que se le ocurra venir detrás de mí.

Mi suerte se termina pronto. Cuando la oscuridad comienza a envolver el bosque, me doy por vencido. El resto de mis trampas estaban vacías, así que echo algo de comida nueva en ellas y vuelvo al cordón militar. Trampas vacías, estómago vacío. El hambre me enfada. Vuelvo a pensar en marcharme de aquí, pero no sé qué voy a comer, allá donde vaya. 

Regreso a mi coche, un todoterreno que no arranca y cuyo motor ya he desvalijado para construir mis trampas del bosque. Compruebo sin mucho interés que todo sigue como lo dejé. No estoy cansado, así que me siento sobre el capó del coche y paso un rato escrutando la explanada que lleva a la ciudad. Más allá, estará la zanja repleta de muertos, las fábricas abandonadas, las casas vacías y los comercios saqueados. La noche es clara y puedo ver la silueta de algunos edificios, los más altos, completamente oscuros. Bajo del coche de un salto y me aventuro algunos metros en dirección a la zanja. Si escucho atentamente, puedo oír los gemidos de los muertos desde aquí. Me pregunto si habrá alguna forma de que los zombis atraviesen el hoyo, y si eso fue lo que hicieron para llegar hasta aquí. Camino un rato en la misma dirección, agudizando el oído a cada paso, acercándome a los lamentos de las criaturas que se han adueñado de la ciudad.


Un sonido extraño rompe la letanía. Un sonido que, a diferencia de los aullidos de los zombis, llevo mucho tiempo sin escuchar. Pasos rápidos, una respiración apresurada. Un ser humano, y no está lejos. Cierro los ojos y trato de determinar de dónde viene el sonido. Luego, echo a correr en su busca.

Procuro no perder de vista la hilera de vehículos muertos que delimitan el cordón militar, para no desorientarme en la oscuridad. Ahora lo escucho más cerca, alguien corre. Huye, más bien. Algo lo persigue, algo silencioso que, inesperadamente, lanza un lúgubre alarido a la noche. Ahora los veo, sus siluetas en la penumbra. El cazador se mueve con una rapidez aterradora y va ganando terreno segundo a segundo. Dudo un instante, pero no dejo de correr. Hace mucho que no me enfrento a uno de esos, y llevo días sin apenas alimentarme. No obstante, si no hago algo pronto le dará alcance al desgraciado que corre delante, así que acelero, siento tensarse mis músculos y el cosquilleo en las extremidades que precede a la acción. Lo intercepto con un placaje de los que hacen historia.

Mi velocidad, unida al impulso que llevaba la criatura, hacen que salgamos despedidos y rodemos por el suelo varios metros. No consigo mantenerlo sujeto y se pone rápidamente en pie, a sólo unos pasos de donde estoy. Sin embargo, no viene a por mí, continúa centrado en su presa y echa a correr de nuevo. La víctima, un poco más lejos, ha caído de rodillas al suelo. Me levanto rápidamente y salto de nuevo sobre el zombi, tumbándolo de un golpe y aplastando su cara contra el polvo. Parece que lo tengo inmovilizado, no sé cómo logra zafarse de mi presa e incorporarse de nuevo. Pero ahora las cosas cambian, ya que no se aleja. Se pone en pie para lanzarse sobre mí con todas sus fuerzas, dispuesto a arrancarme la cara de un mordisco. Tumbado en el suelo, freno su mordisco agarrándole las mandíbulas con las manos. Intenta morderme, desesperado, y siento cómo sus dientes se me clavan en las palmas y abren pequeños cortes. No podré continuar así mucho tiempo, así que descargo una poderosa patada en su estómago y logro alejarlo de mí. Ruedo para ponerme en pie y me preparo para su ataque. Como esperaba, carga contra mí, así que simplemente me desplazo un poco y lo detengo golpeando su cuello con el brazo. Una vez desequilibrado, basta una patada para echarlo al suelo. Me agacho junto a él, colocando una rodilla sobre su garganta, y agarro con fuerza su mandíbula. Tiro, la desencajo, doy un fuerte golpe con un movimiento rotatorio. Sigo así durante más de treinta segundos, hasta que consigo arrancarla. El zombi queda inmóvil en el suelo. Lanzo los dientes a lo lejos, y sin limpiarme la sangre negruzca de las manos, me voy a buscar a quien sea que este monstruito estaba persiguiendo. 

Distingo la silueta en el suelo, todavía de rodillas. Me apresuro a su lado pero, antes de haber dado tres o cuatro pasos, escucho un ruido detrás de mí, un gorgojeo que hace que me vuelva sobresaltado. El muerto, aún sin su mandíbula inferior, se lanza hacia mí como un animal, pero algo lo hace caer antes de que me alcance. No pierdo el tiempo, aprovecho su caída para terminar con esto de una vez aplastando su cráneo con la fuerza de mi bota.

Al terminar, miro alrededor, buscando qué es lo que lo ha hecho caer, y me encuentro de lleno con mi pequeño acosador particular. El perro negro, salido de la nada, y que de repente se ha enfrentado a un zombi para ayudarme. Lo cierto es que es toda una sorpresa, pero hay algo más urgente ahora de lo que ocuparme.
- ¡Vamos! -le digo al perro, y me alejo del cadáver para atender al vivo.
Cuando llego, me doy cuenta de que es apenas un muchacho, que no tendrá más de diecisiete o dieciocho años. Está llorando.
- Gracias... -susurra, mirándome asustado.
- ¿Estás herido? -le pregunto. Tarda un rato en responder. Al final asiente con la cabeza.
- Me ha mordido.

"Mierda."

- ¿Dónde te ha mordido? -pregunto, tratando de mantener la calma. El chico levanta el brazo y me lo muestra, aunque en la oscuridad sólo puedo ver una mancha oscura sobre su ropa.
- ¿Hace mucho tiempo?
- Unos minutos... me ha alcanzado y me ha mordido, no sé cómo he conseguido escaparme, pero me ha perseguido hasta aquí... ya no podía más, si no llega a ser por usted...
- No te preocupes -le digo, mientras me quito el cinturón-. Voy a usar esto para hacerte un torniquete, estarás bien, ya verás.
No sé si el cinturón será suficiente para detener la infección, pero creo que me dará algo de tiempo para llegar al cordón militar y amputar el brazo. Tengo que evitar que la infección se extienda, o al menos retrasarla al máximo. Lo ayudo a ponerse en pie y prácticamente lo llevo en brazos hasta llegar junto al todoterreno donde paso los días. Lo dejo suavemente en el suelo y busco una linterna entre mis cosas. Luego, me dispongo a examinar la herida.

La piel alrededor de la mordedura está morada, y los vasos sanguíneos comienzan a oscurecerse. Le pongo la mano en la frente para comprobar que tiene fiebre. No lo voy a poder salvar. La infección se está extendiendo. Dudo unos segundos. El perro nos ha seguido hasta aquí, está sentado a mi lado observando con curiosidad la situación. El muchacho va a morir, sin embargo... hay algo que puedo hacer. Algo que él... podría hacer por mí.

No sé si seré capaz.

- ¿Me voy a poner bien? -me pregunta aterrorizado.
- Claro que sí -le respondo-. Cierra los ojos, descansa un poco. Voy a buscar unas medicinas en el coche.

El chico obedece, apoya la espalda en la rueda del coche y se queda quieto. Yo saco la pistola de debajo del asiento. Antes de que abra los ojos, la bala le atraviesa la sien y cae a plomo como un peso muerto.

Iba a morir de todos modos, sólo le he ahorrado el sufrimiento.

El disparo ha asustado al perro, que sale corriendo y se pierde entre la noche. Observo al muchacho, en el suelo, con una expresión de serenidad en el rostro. Me doy cuenta de que estoy salivando, y comienzo el banquete.

Al rato, el perro vuelve a acercarse. Lo veo rondar los alrededores, husmear entre los cadáveres y rascar con las patas delanteras una calavera medio descompuesta.
- Eh, Hamlet, ven aquí -lo llamo. Me río, por primera vez en mucho tiempo. Comer me pone de buen humor.

7 comentarios:

  1. Uoooooo! Isaac por fin cede un poco a su parte zombi, además de hacer un peludo amigo :) a ver que más hacen juntos.

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  2. Sorpresa, aunque no agradable, desde mi punto de vista... Podría haber hecho más, no sucumbir tan fácilmente autoconveciéndose, si tanto necesitaba comer ¿Por qué no se lanzó por el perro?

    Por cierto, ayer vi el 3x03 de "The Walking Dead"... Y me recordó a tus relatos, concretamente a "El Purgatorio" ¿Era así no? Sin duda es grande esto que estás haciendo. ;)

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  3. Gran escena el desenlace del encuentro con el chico, y buen detalle como sacan partido de la situación, él y el perro. Pienso que sería interesante también ahondar en como sigue avanzando el proceso de transformación de Isaac y como su personalidad se va ajustando a él.

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  4. Perfecto! Creo que ya es hora de que el personaje de Isaac comience a cazar de verdad, aunque sea sólo presas selectas. Me da miedo que haya un perro en la historia, si algo le pasa voy a llorar como una magdalena!!

    Felicidades, estás haciendo un trabajo genial.

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  5. Cuando vas a escribir mas>???

    estoy enganchadisimo con la historia pero no ha pasado nada en casi dos meses.. no nos dejes asi porfavor...

    desde COLOMBIA

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  6. Lo siento, tal como avisé en Facebook estoy en medio de un traslado a otro país y no tengo mucho tiempo para dedicar al blog, así que lo retomaré cuando las cosas se calmen un poco.

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  7. estan buenisimas las historias.eh bisto q ai muchas historias similares .podrian ser estupendas peikulas si lo piensan.,.soi Jesus r. de Argentina. Agan mas istorias asi estan buenisimas

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