miércoles, 26 de mayo de 2010

Siete días

Siete días. Un semana interminable aquí dentro, sin apenas comer, sin hablar con nadie, sin ver más luz que la que se cuela entre los tablones que tapian la ventana. Los guardianes del Orador han tardado todo este tiempo en convencerse de que no me voy a convertir en una de esas cosas que se arrastran al otro lado de los muros de chatarra. Estaba abandonando ya las esperanzas de que me sacasen de aquí...


Sin embargo, lo peor no ha sido el encierro. Lo peor ha sido el no tener nada en que ocupar la mente. Al principio, intentaba controlar mis pensamientos a toda costa. Las imágenes venían en tropel y no había forma de contenerlas: veía el hospital abarrotado, la sangre, los gritos y el miedo alrededor, veía la zanja llena de cadáveres, Mel tendido en un charco de sangre, Isaac muriéndose en mis brazos... Veía todo el horror que ha quedado grabado en mi cerebro desde que todo empezó. Y luego me iba atrás, más lejos, y veía las guardias en Urgencias y las peleas por teléfono, y a mi padre preocupado por vivir tan lejos, y aquella vida me parecía tan distante y esta tan surrealista que esperaba despertarme en cualquier momento de un tremendo delirio. 


La puerta se abre y yo me aparto a un lado, expectante. Es uno de los hombres del Orador. Se queda junto a la puerta y hace un gesto para que lo siga.
- Vamos, ya no hace falta que estés aquí por más tiempo.
Me pongo de pie y salgo de la habitación con paso vacilante. Aunque me he recuperado de la fiebre que me tuvo fuera de juego durante algunos días, estar aquí dentro no me ha sentado precisamente bien. La luz me ciega y las piernas me fallan un instante, pero me repongo enseguida. Quiero salir cuanto antes.


Salgo al exterior detrás de él. Me cubro los ojos con el dorso de la mano, deslumbrada por un momento ante la claridad del día. Doy unos pasos, un tanto torpes después de unos días sin apenas levantarme. Entonces, algo impacta brutalmente contra mí. Escucho una voz que grita, tardo un momento en entender lo que dice.
- ¡¡Alex!!
Algo me agarra, no me puedo mover. Me revuelvo un poco y por fin consigo liberarme del potente abrazo. Me encuentro con unos ojos azules ligeramente humedecidos. Nos miramos un instante y no puedo contener las lágrimas.
- Sam... No sabes como te he echado de menos...
Me fallan las fuerzas, se me doblan las rodillas. Sam me sujeta justo a tiempo y me abraza de nuevo.
- Yo también pequeña -dice, sonriendo. 


Dirijo una última mirada a la casa donde he pasado la última semana y mis ojos se cruzan con los de Lukas, que está justo en la puerta. Lleva grabada en el rostro una expresión de derrota, una vez el dolor de los primeros momentos se ha disipado. Quiero decirle algo, pero aparta la vista y se pone a hablar con uno de los hombres armados que vigilan el refugio. Sam, pasándome un brazo por el hombro, me conduce suavemente de camino a la iglesia. Me cuenta que durante estos días él y Mishel han estado colaborando en el mantenimiento del refugio, a la espera de que me liberasen. 
- Intenté ir a verte muchas veces -explica-. Pero no me permitían entrar, siempre me echaban de allí de malas maneras. ¿Te trataron bien?
Me encojo de hombros.
- No ha sido como estar en un hotel -digo yo-. Simplemente, me tenían allí encerrada, sin ningún contacto con el exterior.


Cuando llegamos a la iglesia, me encuentro de frente con Mishel. Resulta obvio que le incomoda mi presencia, lo cual no me extraña lo más mínimo. Pudo evitar que pasara por la cuarentena, pero en lugar de ello se quedó callada. Maldita traidora, ni siquiera le digo hola. Mejor pasar de largo que ponerme a discutir con ella delante de todo el mundo, ahora no tengo fuerzas suficientes para odiarla. Sam se da cuenta de la tensión que hay entre nosotras y me aparta de ella, llevándome al rincón donde tienen guardadas sus cosas. A un lado, veo mi mochila y mi chaqueta, cuidadosamente doblada. Sam se da la vuelta un momento, reprimiendo una sonrisa, y rebusca en su mochila. Saca algo y lo esconde en la espalda. Ahora sonríe abiertamente y me contagia la expresión.
- ¿Qué tienes ahí? -pregunto.
- Es un regalo para ti.
- ¿Un regalo?
Entonces, me enseña lo que estaba ocultando. Es un cinturón para llevar herramientas. En la otra mano sujeta mi martillo, parece que ha hecho un esfuerzo por limpiarlo. No puedo evitarlo, y me echo a reír. 
- ¿Te gusta?
- Me encanta. ¿De dónde lo has sacado?
Duda un momento antes de responder.
- Se lo robé a un muerto -dice, casi parece que se siente culpable. Me vuelvo a reír.
- Espero que no opusiera mucha resistencia.
Cojo el cinturón y me lo pruebo. Cuelgo el martillo en uno de los compartimentos.
- Te queda bien.
Me vuelvo a reír. No sé qué hubiera sido de mí sin este hombre, sin duda ha sido él quien ha evitado que me viniera abajo aún en los peores momentos. Y sin embargo, sé que en el fondo también está sufriendo, igual que todos, puede que incluso más. Estoy segura de que es perfectamente consciente de lo que significa este horror que nos ha tocado vivir.


Uno de los hombres del Orador se acerca a nosotros. Lo reconozco, es el mismo que me ha sacado del encierro. Su expresión deja entrever que no trae buenas noticias.
- El Orador quiere verte -dice, dirigiéndose a mí. Esto no puede acabar en nada bueno.

10 comentarios:

  1. NOOOOOOO! ¿Pero por qué cortas cuando se pone interesante? ¬¬

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  2. Qué rapidez XD
    Ernie, ¿dices en serio lo de que se enrollen? ¿Alex y Sam? XDDDDDDDDD

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  3. Jajaja, ¿por qué no? Yo veo ahí mucha tensión sexual no resuelta.

    O a lo mejor soy yo, que estoy muy sensible, jajaja.

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  4. Er! Siempre pensando en lo único! Jajajaja

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  5. Por fin :)... Y que no se enrolle nadie, por favor ¬¬

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  6. Mejor no o me veo enfrentados a Sam e Isaac :S

    A Mishel si, a esa la puede violar quien quiera... xD

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  7. Me ha gustado como se ha transmitido la atmósfera opresiva del encierro y la sensación de angustia, tensión y cansancio de Alex al pasar por él. Respecto a la relación con Sam, yo lo que veo es que se ha formado un vínculo de cariño y confianza casi familiares y de protección y ayuda mutuos. Después de todo, se han convertido, prácticamente, en el único apoyo y asidero que existe en el mundo en el que se encuentran ahora. Un final muy apropiado para dejar con expectativas y ganas para la entrada siguiente por cierto je,je.

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  8. Que se enrrollen Meshel y Alex mejor, vamos digo yo...

    Por cierto, menuda mania tienes de cortar cuando se pone interesante, quilla...:D

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  9. Pues claro que lo corto en el mejor momento, así siempre queréis venir a por más :P

    Creo que voy a poner una encuesta, para ver quién quiere la gente que se enrolle con quién.
    XDDDDD

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