lunes, 4 de mayo de 2009

Lluvia


Me desperté, sudoroso, en medio de los lamentos de la muerte, ese cántico fúnebre, esa oración incompleta que surge de los labios descarnados de los condenados. Me sequé el sudor y comprobé el estado de mis compañeros, la doctora parecía intranquila, sin duda no estaba teniendo un sueño reparador. Mel, la nueva adquisición, no expresaba demasiado, un soldado como él estaba acostumbrado a las incomodidades y al peligro, así que...no parecía molesto, ni demasiado relajado. Y respecto a Sam...mis labios no pudieron evitar dibujar una sonrisa, al ver a aquél hombre bonachón, roncar y dormir a pierna suelta como si estuviera en el salón de su casa. Me asomé entonces para observar la ciudad, a los condenados, las pequeñas luces de otros supervivientes en la negra noche, en una ciudad agonizante, casi muerta, oscura. Observándoles desde mi segura posición, me pregunté por qué se lamentaban, ¿acaso eran conscientes de alguna forma de su condena? ¿era una forma primitiva de comunicación? ¿O simplemente no había ninguna razón para sus lamentos y oraciones fúnebres? Pude oír un bostezo silencioso a mis espaldas, miré la hora, y pensé que quedaban dos horas hasta el amanecer.

El hospital está abarrotado de seres mutilados que se apilan en los pasillos. La sangre cubre las paredes y los espacios del suelo que los cuerpos dejan a la vista. Hay camillas destrozadas, puertas arrancadas... Este lugar es un infierno, tengo que salir de aquí. Tropezando, intento abrirme paso a través de la marea de cadáveres, conteniendo la respiración. El olor es insoportable y no encuentro la salida, parece que este lugar, que creía conocer a la perfección, ha decidido cambiar a placer y transformarse en un macabro laberinto. Algo helado me aferra el tobillo. Tiro con fuerza, pero no afloja su presa. Una segunda gélida garra captura mi otra pierna y caigo sobre los cuerpos en descomposición. Trato de levantarme, pero hay demasiadas manos que me cogen de la ropa, de los brazos, del pelo... Me revuelvo violentamente y veo cómo sobre mi se abalanzan miles de ellos. Tienen los ojos vacíos, como de cristal. Grito con todas mis fuerzas.

Algo me agarra de los hombros y me zarandea. Abro los ojos para descubrir una silueta oscura inclinada sobre mí. De un manotazo, la aparto a un lado y me incorporo rápidamente, preparada para escapar. Entonces miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no sé dónde estoy. Ha sido como volver a tener ocho años y un serio problema de terrores nocturnos. Lo peor es que la realidad no se aleja mucho de la pesadilla de la que acabo de despertar.

Amaneció nublado y el fresco viento traía presagios de tormenta. En pocos minutos nos las apañamos para recoger los bártulos, buscar una posible ruta que seguir desde las alturas y ponernos en marcha con cuidado tratando de que no nos detectaran los hambrientos caníbales podridos, como los llamaba cariñosamente Sam. Llevábamos un buen rato caminando cuando empezó a llover, justo cuando la ciudad se convertía en las afueras, el aspecto era todavía más desolador, podía respirarse un ambiente más fantasmal y a lo lejos, podíamos ver lo que según Mel, eran barricadas del ejército. Nuestro objetivo estaba cerca, ahora simplemente debíamos jugárnosla, y esperar que no disparasen. -Seria recomendable levantar los brazos mientras avanzamos a partir de ahora, si nos están observando con prismáticos, verán mejor que no somos como esos zombies mal nacidos- dijo Mel, como siempre con su semblante serio y seco. A todos nos pareció correcto, al fin y al cabo era una propuesta de lo más lógica y sencilla, que a la vez podía salvarnos el trasero. Era curioso como la tierra tras el cordón militar parecía baldía y desolada, quizá fuera por el día gris y lluvioso, pero la estampa era bastante desoladora. Un grito interrumpió mis pensamientos, seguido de un ruido de alguien cayendo por un terraplén, me detuve justo a tiempo de no caer yo también, el suelo estaba literalmente cortado, había una fosa bastante profunda ante nosotros y rodando cuesta abajo, estaba Alenxandra. -Joder!!- dije asombrado- -Te has hecho daño Alex? -No, solo unos rasguños y el susto...pero qué es esto? -No te muevas!!! -dijimos los tres varones al unísono- Y sobre todo, no mires lo que estas tocando, te sacaremos de ahí enseguida!

- ¿Pero qué...? -. Nunca digas a alguien que no mire algo, si realmente no quieres que lo mire. No pude gritar porque se me cortó la respiración. No pude moverme porque los músculos de todo mi cuerpo decidieron congelarse. Ante mis ojos, los cuerpos se apilaban igual que en mi pesadilla y el olor de los cadáveres me producía náuseas. Algunos llevaban uniformes militares, otros iban con ropa corriente o estaban medio desnudos. Miré hacia arriba, buscando a mis compañeros, esperando que encontrasen la forma de sacarme de aquél agujero. La zanja en la que había caído tenía por lo menos tres metros de profundidad y no veía ningún lugar por el que subir sin riesgo de partirme el cuello. El corazón se me aceleraba conforme me daba cuenta de que el verdadero peligro no era ése, sino la posibilidad de que los muertos se pusieran en pie de un momento a otro. Aquí no tendría posibilidades de escapar. Empecé a temblar.
Un ruido llamó la atención a mi derecha y di un salto. El suelo era resbaladizo, y casi caigo de nuevo. Entonces me di cuenta de que se estaba desprendiendo tierra de la parte de arriba, y que Isaac, Sam y Mel bajaban a toda velocidad por la pared que yo había recorrido rodando. No había dejado de llover y los cuatro estábamos empapados y llenos de barro.
- ¿Qué hacéis aquí? Ahora todos estamos atrapados...
Mel negó con la cabeza enseguida.
- Hay que buscar un lugar por el que subir al otro lado. Es la única forma de cruzar, han hecho este foso a conciencia.
Comenzamos a avanzar con dificultad entre el barro y los cadáveres, Mel a la cabeza, parecía haber asumido el mando y marcaba un ritmo rápido y difícil de seguir. Nos abrimos paso durante unos veinte minutos en los cuales la pesadilla de la noche anterior no paraba de venirme a la mente una y otra vez. Podía hacerse realidad en cualquier momento.
Finalmente, Mel se detuvo. Observaba atentamente una zona en la que la pared de la zanja estaba ligeramente abombada. La pendiente era menos inclinada que hasta ahora, que había sido casi vertical, así que podíamos intentar escalarla. Fue entonces, al detenernos, cuando escuchamos un sonido extraño. Antes de poder reaccionar, Isaac lanzó un grito.
- ¡¡¡Joder!!!

2 comentarios:

  1. ¡¿Qué?! Hay Dios mío, ¡Aguantad chicos!

    Habéis cortado en un momento crucial, sí que sabéis mantener el suspense, espero que no falte mucho para continuar, porque no sé si aguantaré y yo mismo podría caer ante las tropas del infierno... xD

    Saludos.

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  2. exelente me encanta esta historia realmente esta muy bien escrita.

    saludos y que se siga con este ritmo.

    SUERTE!!!!

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