viernes, 21 de septiembre de 2012

Reparto de tareas

El relato de Lydia sobre cómo vivieron aquí el comienzo de la plaga me deja pensando. Cuando declararon la cuarentena, todo el mundo esperaba una evacuación. Luego nos dimos cuenta de que no iba a llegar, de que nadie nos iba a sacar de aquella ciudad maldita. Pero alguien estaba intentando ayudar, no sé quién, tal vez el ejército, el gobierno o las naciones unidas, pero el caso es que hubo evacuaciones, que intentaron llevarse a la gente lejos del peligro. Aunque hubiera otros focos, aunque la zona de cuarentena se ampliara, no puedo evitar encender una leve, levísima esperanza, de que haya un lugar seguro y la humanidad no vaya a desaparecer en breve. Sin embargo, la realidad es que eso parece estar muy, muy lejos...

Miro a mi alrededor. Marcus ha impuesto un castigo al chico que abandonó el puesto de vigilancia anoche, alguien se ha puesto a protestar, aunque no sé muy bien qué ha pasado ya que nos hemos quedado un poco apartados del grupo. Al rato, como era de esperar, las cosas se han calmado y cada uno ha vuelto a sus asuntos. Marcus tiene pinta de ser un hombre estricto, pero este lugar está libre de zombis y hay comida y refugio para todos, así que por el momento no voy a ser yo quien proteste.

Por aquí, todo el mundo parece tener su rutina y dedicarse a sus tareas. Nosotros somos los únicos que estamos parados en medio del patio. Al fondo veo el todoterreno, y también la furgoneta y la moto de las que habló Lydia.
- ¿Qué hacemos ahora? -pregunto al fin. Nuestra guía parece dudar un momento.
- Bueno, ya os lo he enseñado todo -dice-. Creo que deberíamos ir a ver a Marcus para que os asigne alguna tarea. Todos debemos colaborar, ya sabéis... además, tener algo que hacer es bueno para el coco -añade, dándose unos golpecitos en la cabeza con dos dedos.
- ¿Qué haces tú, Lydia?
- Básicamente, un poco de todo -responde entre risas-. Más que nada, intento ayudar en la organización de este lugar y preocuparme de que todo el mundo se sienta bien -hace una pausa- dentro de lo que cabe, claro. Hemos vivido una situación muy traumática y la gente necesita apoyo. No es mi especialidad, pero hago lo que puedo.
- ¿Tu especialidad? ¿Te dedicabas a esto antes?
- Más o menos -responde-. Era psicóloga en un instituto. En este instituto, de hecho.
Empieza a caminar, los demás la seguimos.
- Debe ser raro verlo como está ahora, después de haber trabajado aquí.
Ella asiente con una mirada nostálgica mientras se adentra por los pasillos.
- Me gustaba más antes -dice-. Echo de menos a mis compañeros, la verdad. Incluso a los estudiantes -añade, y se vuelve a reír. Casi parece que sea un mecanismo de defensa.
- ¿Y tu familia? 
- Bueno, mi marido está aquí, ya os lo presentaré. El resto de nuestros familiares, los que vivían en Cornwell, quiero decir, fueron evacuados antes de quedarnos incomunicados. El único que quedó aquí con nosotros fue el hermano de mi marido, pero se marchó con un grupo, intentaban llegar al cordón militar por su cuenta. No volvieron.
El silencio que sigue es un poco incómodo.
- ¿Y qué hay de vosotros? ¿Sabéis algo de vuestras familias? -pregunta ella entonces. Nos cuesta un poco responder, así que doy el primer paso.
- Mis padres y mis hermanas viven lejos -explico-. La última vez que hablé con ellos fue hace meses, antes de que empezara todo esto... Mi padre me dijo que estaba pensando en volver a Canadá. Ojalá lo haya hecho y no le haya pillado esta mierda...
- ¿Tu padre es canadiense? -pregunta Lukas. Yo asiento con la cabeza.
- Y yo también, de hecho, aunque tenía cuatro años cuando llegué aquí.
- Vaya, quién lo diría -dice él-. Aunque al menos tu padre no es un capullo líder de una secta de pirados...
Lydia nos mira con cara rara.
- Ya te lo contaremos, es demasiado largo -dice Lukas-. La gente se ha vuelto bastante loca en la ciudad.
- ¿Qué hay de ti, Mishel? -se me ocurre preguntar. Ha sido una estupidez, porque ella se queda callada hasta que, al cabo de unos segundos, se echa a llorar entre temblores. Cada día estoy más convencida de que tengo un don para cagarla... Lydia nos mira con preocupación, pero no hace nada. Al final, abrazo a Mishel y nos quedamos quietas un rato, hasta que deja de llorar y vuelve a quedarse en ese silencio ausente.

Antes de que echemos a andar de nuevo, Marcus sale de un despacho unos metros más adelante, en este mismo pasillo. Estaba reunido con dos hombres más que pasan por nuestro lado sin siquiera mirarnos. Marcus se detiene junto a nosotros y pregunta si todo va bien.
- Parece que hemos tenido un pequeño momento de crisis -explica Lydia-. Pero te estábamos buscando. Sería buena idea encontrar alguna tarea que hacer para Alex y Lukas, para que no esté todo el día parados. Quizás también incluso alguna cosa para Mishel, puede que le venga bien.
Marcus asiente mientras se rasca la barbilla.
- Veamos qué tenemos por aquí -dice con su voz grave-. ¿Hay algo que sepáis hacer? ¿A qué os dedicabais antes de esto?
- Bueno, yo era músico -dice Lukas-. Y también he sido camarero. Y pintor -se ríe, no sabía que hubiera hecho tantas cosas diferentes-. No sé si algo de eso servirá aquí... Pero estuve en otro refugio, allí hacía de vigilante.
- ¿Y qué pasó, por qué te marchaste? -pregunta Marcus.
- Bueno... -Lukas duda un poco-. Las personas que compartían el refugio conmigo tenían unas creencias un poco extrañas. Formaron una especie de secta de la que yo no quería formar parte.
- La gente está loca, y esta mierda los ha vuelto más locos aún -sentencia Marcus-. Bien, podemos hablar con nuestro encargado de seguridad ¿Qué hay de ti, jovencita?
- Yo era médico -le digo-. Estaba haciendo la residencia en el hospital St. Mark.
Marcus me mira de arriba a abajo, sorprendido.
- Quién lo hubiera dicho -enseguida cambia la expresión a una amplia sonrisa-, ¡si pareces una chiquilla! Bien, es una buena noticia, Isabelle estará contenta de tener ayuda en la enfermería. ¿Te parece bien?
- Claro -respondo rápidamente, asintiendo con la cabeza. Marcus asiente también, satisfecho de haber aclarado las cosas tan rápidamente.
- Entonces, vamos a la enfermería a ver a Isabelle, y luego iremos a buscarle una tarea a Lukas -sentencia.
- Mishel, tú vienes conmigo -dice Lydia, cogiendo a nuestra compañera de la mano. Ella nos mira a Lukas y a mí un poco angustiada. No sé qué va a pasar con ella como continúe así.
- Ve con ella, nos veremos luego -le digo, tratando de tranquilizarla. Lydia tira de su brazo suavemente, pero Mishel no se mueve.
- No te va a pasar nada -le dice Lukas-. Son buena gente, ya lo has visto. Lo que nos pasó en la ciudad no va a volver a pasar.

Mala idea, compañero.

Mishel se pone muy nerviosa, le tiemblan las manos y se le dibuja en el rostro una expresión de terror. No parece más que una niña pequeña y asustada y me siento fatal por las cosas horribles que he llegado a pensar de ella. Se queda como bloqueada, sin responder a lo que le decimos durante un buen rato. Al final, Marcus se exaspera.
- Traeré a Isabelle.
Se marcha dando grandes zancadas por el pasillo mientras nosotros nos quedamos en silencio, escuchando los sollozos ahogados de Mishel, que se ha hecho un ovillo en el suelo y se cubre la cabeza con las manos. Intercambio una mirada de preocupación con Lydia, pero no sé qué hacer, estoy bloqueada.

Marcus vuelve unos minutos después, seguido de una mujer negra, rechoncha y ancha de espaldas que trae un botellín de agua. Lleva un chaleco con muchos bolsillos que casi no se puede abrochar. Deja que ella se adelante cuando están apenas a un par de metros, y nosotros le abrimos paso para que se acerque a Mishel.
- Pero bueno, ¿qué es esto? -dice en voz muy alta mientras pone los brazos en jarras.
- La chiquilla está en plena crisis de nervios -aclara Marcus con impaciencia. Se le notan las ganas de acabar con esta situación. La mujer asiente y saca de uno de los bolsillos del chaleco un bote de pastillas. Entrecierro los ojos para leer la etiqueta del frasco.
- Es valium, cariño -dice ella antes de que consiga leer nada, luego se vuelve hacia Mishel-. Vamos, cielo, un trago de agua y te sentirás mejor.
Todo se para durante unos segundos, mientras Mishel observa lo que le ofrece la mujer con gesto de desconfianza. Me arrodillo junto a ella y trato de abrazarla, pero se aparta de mí, como sobresaltada. Levanto las manos en gesto pacífico y la miro a los ojos.
- Es medicina, Mishel. Por favor, tómatela. 
Se toma su tiempo para decidirse, pero al final accede. Marcus, impaciente, se da la vuelta para marcharse.
- Ven conmigo, chaval -le dice a Lukas antes de irse-. Por cierto Isabelle, la muchacha es tu nueva ayudante.
- ¡Pero si está para tenerla de paciente! -exclama ella.
- La otra, mujer -dice riendo, y se aleja por el pasillo con Lukas tras él. 

Isabelle me mira, evaluándome.
- ¿Sabes algo de medicina? -pregunta muy seria. 
- Soy médico -le digo, casi con miedo. 
- ¡Gracias al cielo! -exclama, de repente parece muy alegre-. Así no habrá que perder tiempo enseñándotelo todo. Si hubieras visto a mis anteriores ayudantes...
- ¿Qué pasó con ellos?
- Oh, tranquila, todos sobrevivieron, pero cambiaron de ocupación... ¡espero que dures más que ellos conmigo!
- ¿Cuánto duró el último, Isabelle? -interviene Lydia con una sonrisilla maliciosa.
- ¡Una semana! -exclama ella. Yo trago saliva.

3 comentarios:

  1. Jaajaja xD Me cayó de maravillas esa tal Isabelle.
    Por fin un poco de tranquilidad en el grupo, aunque no tanto por Mishel. Quién hubiera creído que estaría tan traumatizada; al principio hasta me caía mal. Ahora me da pena, pero bueno... :'(

    Me gusta como lo llevas, pero también me es extraño leer tanta tranquilidad luego de toda esa acción. Ya veremos qué ocurre después... ¿no? ;)
    Cuídate.

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  2. Pues yo no soporto a Mishel, se me ha vuelto pesada, la veo inútil... Y me parece que Marcus opina igual. Podría jugársela al pensar que es un estorbo.

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