jueves, 29 de abril de 2010

Desde la distancia

Es curioso como el horror se convierte en algo cotidiano. Tal vez mi nueva condición, que todavía no he podido determinar, tenga algo que ver con ello, o quizá sea porque cuando uno vive en el infierno necesita volverse insensible a las atrocidades que tiene que soportar. 
Me quedo observando unos instantes la carne que se descongela lentamente en el fregadero. Cuando he llegado, en la casa todavía había electricidad, así que he sacado de la nevera y el congelador todo lo que no se había echado a perder. Ha sido una suerte encontrar varios pedazos de carne de ternera en perfecto estado. Siento que empiezo a salivar, el hambre me retuerce las entrañas... pero intentaré esperar un poco más o me destrozaré las encías con el hielo.
No había nadie en la casa cuando llegué esta madrugada. Por la forma en que lo he encontrado todo, los habitantes no llegaron siquiera a huir. Creo que ni siquiera estaban aquí cuando se desató el caos, y que nunca volvieron. A mí me da igual, he intentado mantenerme lejos de cualquier contacto humano, hace días que sólo trato con los despojos que, de vez en cuando, deciden atacarme en un inconsciente acto suicida. Llevo tiempo sin escuchar otra voz que sus lúgubres lamentos... y creo que es lo mejor. Durante algunos días seguí el rastro de mis antiguos compañeros, pero me detuve al toparme con una barricada de escombros. Ahora ellos están con otros supervivientes que pueden protegerlos, en lugar de conmigo... que sólo podría hacerles daño. Recordarlos me hace dibujar una sonrisa triste. Tal vez algún día pueda reunirme con ellos. Por el momento, me contento con observar sus movimientos en la distancia. Desde aquí puedo ver el recinto donde se encuentran, una pequeña plaza fortificada presidida por una majestuosa iglesia; aunque no alcanzo a ver los detalles se adivina una gran actividad en su interior. Algunos despojos se acercan, los vigilantes acaban con ellos con rapidez. De vez en cuando creo entrever la silueta de Sam caminando a grandes zancadas, o a Mishel correteando de un lado a otro. A la que no veo desde hace unos días es a Alex... confío en que esté bien. 


Me acerco de nuevo al fregadero, ya no puedo aguantar más. La carne sigue medio congelada cuando la devoro con desesperación, pero me da igual. Después de todo, no es más que un burdo sucedáneo de lo que mi cuerpo está realmente pidiendo.

sábado, 17 de abril de 2010

Dormida

Lukas llama de nuevo a la chica, sin obtener respuesta. Grita su nombre mientras se abalanza sobre ella; aparta las sábanas de un tirón para comenzar a zarandearla, en un intento desesperado por hacer que despierte. Ness abre los ojos sólo un momento, para después caer de nuevo en el abismo de la inconsciencia. Lukas la abraza, sollozando. No puedo imaginar lo duros que han sido estos últimos días para él, la total impotencia al ver cómo la vida de Ness se le escapa de las manos.


Desde la puerta de la habitación observo cómo el pequeño cuerpo baila inerte entre brazos del joven. No creo que ella despierte ya. Lukas llora y grita, y aunque es una escena que me parte el alma, una pequeña alarma se enciende en mi cabeza. Ness estaba infectada y ahora parece que ha muerto. Empiezo a retroceder, mirando a todos lados en busca de algo que pueda servir para defenderme. Poco después escucho un revoloteo de pasos y voces en el piso inferior.

Un pequeño grupo de hombres armados irrumpe en la habitación. Uno de ellos me ordena que me quede quieta. Obedezco sin rechistar, pegándome a la pared. Intento mantenerme inmóvil, casi sin respirar, temiendo que los fanáticos acaben matándonos. Casi todos se dirigen a Lukas. Lo apartan de Ness de un tirón y apuntan a la chica, tendida en la cama como si estuviese dormida. Hay un solo instante de completo silencio, antes de que los gritos comiencen de nuevo.
- ¡Apartaos de ella! -grita Lukas a los hombres del Orador, enajenado.
Uno de ellos lo encañona con el arma.
- ¡Apártate, ahora! -repite. El hombre, sin apenas cambiar la expresión de la cara, le da un empujón.
- Está muerta -dice fríamente-. Si se reanima, debemos acabar con ella. No podemos permitir que la plaga se extienda en el refugio.
- ¡No está muerta! -exclama Lukas, las lágrimas resbalando por su mejilla, completamente cegado por el dolor-. Está dormida...



- Acércate a la pared y no te muevas -le ordena el que parece dirigir la operación-. Estamos muy decepcionados contigo, Lukas. Te dimos un voto de confianza y tú lo has roto. Ella -me señala, yo me sobresalto- debería estar en cuarentena. No tiene permitido salir de la habitación. Y a ti no se te ocurre otra cosa que sacarla, ¡poniendo en peligro a todos los que estamos aquí!

Lukas intenta protestar, pero no se lo permiten.

- Deberás permanecer en cuarentena tú también -sentencia el hombre-, hasta que nos aseguremos de que el contacto con las infectadas no ha producido un contagio.

Lukas no dice nada. Durante un instante el silencio se adueña de nuevo de la estancia. Entonces, escuchamos un leve sonido, el murmullo de un cuerpo que se empieza a mover. Poco a poco, Ness está incorporándose, como si acabase de despertar de un mal sueño. Busco la puerta con la mirada, mi corazón bombea con fuerza, preparándome para una huída inminente. La chica abre los ojos y mira a Lukas. El tiempo se detiene durante unos segundos en los que todos permanecemos inmóviles. Después, una ráfaga de disparos rompe el hechizo. Ness se desploma de nuevo sobre la cama, el rostro desfigurado por las balas. El grito de dolor de Lukas es completamente desgarrador. Cae de rodillas junto a ella, como si el peso de la pérdida fuese demasiado grande como para mantenerse en pie. Observo el cuerpo sin vida de la chica. Sangra mucho para ser un despojo, pero poco para una persona sana. Durante los breves instantes en que estuvo despierta, no se comportó como uno de ellos. Parecía aturdida, pero miraba a Lukas a los ojos. Nunca sabremos qué le ocurrió realmente. Inevitablemente, pienso en Isaac.


El hombre que parece estar al mando ordena a otro que me lleve de nuevo a la habitación donde estaba, y que se asegure de que no salga de allí hasta que se me levante la cuarentena. No opongo resistencia, no tengo fuerzas para luchar. Recorremos la escalera y el pasillo acompañados por los gemidos de Lukas, completamente destrozado. Todavía lo oigo cuando me encierran de nuevo, un llanto que muestra la desolación más absoluta. Mis pensamientos, sin embargo, vuelven una y otra vez a un mismo punto: la única pista que podía seguir para saber qué está pasando, qué es esta infección, qué pasó con Isaac... está ahora cosida a balazos. Mis esperanzas acaban de borrarse de un plumazo. Me dejo caer sobre el colchón, todavía presa de la fiebre. No tengo fuerzas para llorar, dejaré que Lukas lo haga por los dos.

martes, 6 de abril de 2010

Información

No hay luz en la habitación, sólo una bombilla que cuelga del techo sin responder a los golpes que doy al interruptor. Busco a tientas el cubo al tiempo que mi cuerpo se estremece de nuevo, anunciando una arcada que al final se queda en nada. La siguiente me pilla desprevenida, menos mal que ya tenía el cubo aquí. Los temblores y el sudor frío son evidencias de la fiebre, pero estoy prácticamente segura de que no estoy infectada. Al menos, no en el sentido que desde hace algunas semanas ha tomado la palabra. Los síntomas encajan mejor con una intoxicación alimentaria. Pero eso, a los fanáticos de ahí fuera, no les importa. Intentan proteger a los suyos a toda costa, y en cierto modo es algo que puedo entender. Lo que no puedo entender es que Mishel se haya comportado como lo ha hecho. No espero de ella grandes heroicidades, pero... Una nueva arcada interrumpe mis pensamientos, haciendo que me doble por la mitad. Ya no me queda nada en el estómago. Ésta va a ser una noche muy larga...

Al amanecer me despiertan algunos rayos de luz que se cuelan entre los tablones que tapian la ventana. Ahora puedo ver mejor la habitación, apenas cuatro paredes desnudas delimitando un espacio ligeramente claustrofóbico. Intento incorporarme y todo me empieza a dar vueltas. Después de toda una noche vomitando y temblando de frío, me duele todo el cuerpo. Suspiro y vuelvo a tumbarme en el suelo, sobre el colchón, a la espera de que alguien venga a sacarme de aquí. No tengo fuerzas para hacerlo por mí misma.

No sé cuánto tiempo ha pasado cuando alguien golpea la puerta con fuerza. Una voz masculina se cuela en la habitación.

- ¿Hola? ¿Sigues viva?

Aturdida, tardo un poco en responder. La voz me resulta familiar pero no consigo identificar al propietario.

- Viva, sí.

La puerta se abre sólo un poco. Por la ranura veo la silueta de una figura humana, es Lukas. Me intento poner de pie para ir hacia él, aliviada por fin ahora que voy a salir de este agujero.

- No, no -dice él-. Quédate donde estás, en el rincón.

Lukas entra en la habitación, callado y sin mirarme, coge el cubo del suelo y se lo lleva fuera. Luego, trae uno nuevo. Después de tenerlo tanto tiempo ahí, agradezco el detalle.

- Dentro hay algunas cosas -dice señalando al suelo. Me acerco al cubo, en su interior encuentro un par de mantas, una botella de agua y otra de bebida isotónica. Miro a Lukas con expresión interrogante.

- Me lo dio tu amigo para ti -explica. El bueno de Sam, se me escapa una leve sonrisa. Asegurándose de que no me deshidrate.

- ¿Te ha dicho algo? -pregunto.

Lukas me mira un instante, creo distinguir un atisbo de pena en su expresión. Nunca me ha gustado que otros se compadezcan de mí, pero eso no es lo que me preocupa ahora. Lo que me preocupa es que conoce la gravedad de mi situación y, a juzgar por lo que deja entrever, no se adivinan buenas noticias.

- Sólo que te diera esas cosas -murmura al fin-. Que no estás infectada... y que te llamas Alex.

Ha ido acercándose a la puerta mientras hablaba. Ya en el umbral, se dispone a encerrarme de nuevo.

- ¡Espera! ¿Cuánto tiempo me váis a tener aquí?

Ya no está cuando termino la pregunta. Me quedo mucho tiempo mirando la puerta mientras siento que mi cuerpo vuelve a caer en garras de la fiebre. Jodido estafilococo. Doy un trago a la bebida isotónica y me dispongo a dormir de nuevo, creo que lo mejor será dejar que mi sistema inmune haga tranquilamente su trabajo. Sin embargo, algo me lo impide. Se acercan pasos nerviosos, yo me encojo debajo de las mantas. Parece que los ruidos proceden del piso superior.

- ¿Sigues ahí?

Esta vez sí, reconozco a Lukas a la primera. Ni siquiera ha llamado, perdida la pose seria y distante de hace un rato, su pregunta se me antoja incluso suplicante.

- Sí -respondo secamente. No esperará demasiada simpatía por mi parte.

- Es Ness -susurra desde el exterior. Tengo que acercarme a la puerta para poder escuchar lo que dice-. Está peor.

- Lo siento mucho. Pero no puedo hacer nada desde aquí. No tengo medios, no tengo información.

- Tal vez yo tenga información que pueda ser útil...

Esto ya se pone interesante. Me siento en el suelo, pegada a la puerta. A través de la madera se percibe el roce del cuerpo de Lukas, inquieto al otro lado.

- Te escucho.

- Todo lo que te dije el otro día es cierto -comienza-. Habían pasado ya bastantes días desde que se declaró la cuarentena y el ejército sitió la ciudad. Estábamos asustados, nos quedaba poca comida... y entonces conseguimos contactar con otros supervivientes a través de un equipo de radio. No estaban lejos, decían que tenían provisiones para varios meses y lugar para algunos más, así que Ness y yo decidimos ir con ellos. Cometimos un error al planificar nuestra huida y nos vimos rodeados al poco de salir de la casa. Uno de ellos, como ya sabes, mordió a Ness en el brazo. Al final consiguió que la soltara y logramos trepar hasta el techo de una furgoneta, pero había docenas de ellos, era sólo cuestión de tiempo que nos dieran caza... Y entonces alguien comenzó a matarlos. Venían disparos desde varias direcciones, estábamos aterrorizados... en pocos minutos no quedaba un solo zombie en pie. Entonces fue cuando aparecieron, unos siete u ocho hombres con máscaras antigás y trajes que parecían de ciencia ficción.

Me quedo helada. ¿Máscaras antigás? Eso me suena...

- Nos dijeron que fuéramos con ellos o Ness acabaría convertida en una de esas cosas -continúa, la voz se le quiebra cuando intenta ahogar un sollozo-. Los acompañamos hasta un furgón blindado, donde le inyectaron a Ness lo que supuestamente iba a curarla. Se la querían llevar a "un lugar seguro" y no permitían que yo fuera con ella... La encerraron en la parte de atrás y me obligaron a quedarme abajo, a punta de pistola. Sin embargo el vehículo no avanzó mucho: se toparon de frente con una horda... Conseguí llegar hasta ellos y sacar a Ness de allí en medio de la pelea, nos alejamos tanto como pudimos, hasta dar con este lugar. Ness aguantó bien unas horas, luego empezó a empeorar...

No me muevo ni un milímetro, pero mi mente trabaja a toda velocidad. Los hombres de los trajes tienen que ser los mismos que estuvieron con nosotros, o al menos, sus compañeros. No entiendo qué plan están siguiendo. Se intentaron llevar a Ness en un furgón, pero de Isaac sólo tomaron muestras... Puede que en aquél momento no tuvieran los medios necesarios para trasladarlo.

Y por otra parte, lo que le inyectaron a Ness... ¿es lo mismo que recibió Isaac? ¿Qué pasará si muere? ¿Tendrá el mismo efecto habiendo recibido el tratamiento en un estadio tan temprano de la infección? Por el momento, lo único que puedo concluir es que, fuera lo que fuera lo que le administraron, ha ralentizado el avance de la transformación. Isaac, sin embargo, mejoró con aquella supuesta cura, aunque es posible que la transformación siguiera su curso, lentamente... No me atrevo a aceptar esa idea, Isaac no puede ser uno de esos despojos, no puede estar muerto... Tal vez le inyectaran otra cosa...

- Ahora sí te lo he contado todo -la voz de Lukas transmite la más absoluta desesperación-. ¿Hay algo que puedas hacer? Por favor...

- Puedo verla -le digo-. Pero no te prometo nada.

Escucho el cerrojo y, poco después, la luz del pasillo, aunque sea la de una débil bombilla, me ciega durante unos segundos. Realmente no creo que pueda ayudar en nada a la chica, pero es posible que examinarla me aporte información sobre lo que está pasando y sobre lo que le hicieron a Isaac. Me siento despreciable por aprovecharme del dolor de Lukas para satisfacer mi curiosidad... pero también estoy procurando por mi propia supervivencia.

Me ayuda a ponerme de pie, todavía no me he recuperado del todo, aunque llevo ya varias horas sin náuseas. Lástima que no pueda decir lo mismo de la fiebre... Subimos las escaleras despacio, a mi ritmo, y llegamos a la habitación.

- Ness, he vuelto a traer a la doctora -anuncia Lukas con un deje de esa esperanza que se niega a perder. Esperamos un momento la respuesta de la chica.

Pero Ness ya no se mueve.