"Ya sé que puede ser peligroso" dijo Sam. "Pero no podemos encontrar nada mejor por el momento... Dentro de poco será completamente de noche. Deberíamos probar en alguna de las casas, quizá incluso haya suministro eléctrico". Sam tenía razón. Miramos a nuestro alrededor, buscando señales que nos indicasen cuál era el refugio más apropiado. Al final nos decidimos por la casa más cercana, que desde fuera, como todas, parecía vacía. La puerta de entrada estaba entreabierta. "¿Eso es buena o mala señal?" pregunté, en voz baja. Los demás se encogieron de hombros, pero prepararon sus armas. Abrimos del todo y entramos en el vestíbulo.
Isaac pulsó el interruptor de la luz, y una lámpara parpadeó unos instantes, luego se apagó. No es que confiásemos en tener electricidad, así que saqué una linterna de la mochila e iluminé el pasillo. Aseguramos la puerta y cerramos la entrada posterior. La casa parecía vacía, no se oía nada y no había signos de actividad. Las cosas estaban a medio recoger, había algunas prendas de ropa sobre una silla y platos en el fregadero de la cocina. Daba la impresión de que los habitantes de la casa la había abandonado a toda prisa, probablemente justo al principio de todo este asunto. El polvo empezaba a acumularse en el suelo y sobre los muebles. En la nevera había comida, algunas cosas estaban ya estropeadas. Sam empezó a sacar fruta y leche. "Sería una lástima dejar que todo esto se echara a perder" dijo, relamiéndose los labios.
Me dirigí hacia donde estaba Mel. Tenía hambre, pero podía esperar unos momentos y necesitaba algunas respuestas. "Sabían que no estábamos infectados, si no, no hubiesen avisado antes de disparar" le dije. "¿Se puede saber a qué está jugando el ejército?" Mel negó con la cabeza, perdiendo por momentos la serenidad que le caracterizaba. "No... no lo sé" dijo. "¡No lo sé, maldita sea! ¡Esto no es lo que tenían que hacer!" Isaac se acercó a nosotros. "¿Qué quieres decir con eso?" preguntó. Mel nos miró unos momentos, parecía a punto de derrumbarse, pero de pronto recuperó la serenidad otra vez.
"Cuando nos enviaron aquí, se suponía que teníamos que evacuar a la población civil no infectada" empezó. "Es lo que establece el protocolo del Plan Nacional de Contingencia contra Amenazas Biológicas. La cuarentena, cerrar la ciudad... todo forma parte del protocolo. Es el que se sigue con el nivel máximo de alerta. Pero de pronto, nos abandonaron aquí dentro, a nuestra suerte. Eso sólo podía significar una cosa y era que iban a... neutralizar el foco de la infección, es decir, la ciudad. Que iban a volarnos por los aires. Pero han pasado dos días y no lo han hecho, y tampoco nos han dejado salir. No sé qué cojones pretenden."
Nos miramos, preocupados. Aquello sin duda tenía mala pinta, aunque parecía que no iban a hacernos desaparecer, tampoco iba a ser fácil salir de la ciudad. Me pregunté cuál sería nuestro próximo movimiento, si es que había alguno, pero por el momento era más importante asegurar nuestra supervivencia más inmediata. "¿Qué os parece si buscamos algo de ropa seca?" dije. "No creo que a los propietarios les importe... después de que Sam haya arrasado con su nevera". Sam rió, pero enseguida saltó de su silla dispuesto a quitarse de encima su uniforme empapado. Subimos al piso de arriba con las armas preparadas, ya que todavía no lo habíamos explorado. Había un pasillo largo con puertas a los dos lados, la mayoría de ellas abiertas. Sólo una, la primera, estaba cerrada. Escuchamos un golpe, y luego jadeos, procedentes del interior. Isaac se acercó. "¿Hola?" dijo, junto a la puerta. Como respuesta, oímos más golpes y un gemido, como si un animal estuviera atrapado en el interior. Sólo que todos sabíamos que no se trataba de ningún animal.