viernes, 27 de noviembre de 2015

Cuaderno de notas

Me tiemblan las manos y apenas puedo respirar. Todo parece borroso, irreal, como si estuviera dentro de una pesadilla. Los zombis aúllan como locos, pero los oigo lejanos y amortiguados. Lo único que siento con una intensidad abrumadora es el sabor de la carne y la sangre en mi boca, delicioso pero terrible. No es la primera vez que pruebo la carne humana, ni siquiera es la primera vez que asesino a alguien con mis manos y mis dientes, pero sí es la primera vez que pierdo el control de mí mismo de esta forma. No estaba furioso, como lo estaba cuando despedacé a aquellos malnacidos que torturaron a mis compañeros. No lo decidí fríamente, como decidí acabar, rápidamente y sin dolor, con la vida de aquel muchacho infectado en el cordón militar. Tenía hambre, sí, pero no estaba tan desesperado, he comido hace sólo un rato en el camión. Ni siquiera recuerdo lo que ha pasado. Cuando voy a hablar, se me quiebra la voz.

- Lo siento -le digo a lo que queda de Bernard-. Espero que no sufrieras mucho.

Me quedo en silencio, de rodillas en el suelo, sin moverme durante un rato. No sé cuánto tiempo pasa. ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Cómo salgo de aquí? Los zombis rodean la jaula y parece que la carnicería los ha desquiciado aún más. Alargan los brazos y tratan de pasar entre los barrotes, impacientes por hacerse con un pedazo de carne. Entonces se me ocurre una idea.

Sacudo las manos, todavía ensangrentadas, las limpio en la ropa de Bernard, y deslizo la derecha por el cinturón en busca del cuchillo con mango tallado que me he llevado de una de las caravanas del circo. Al cadáver le queda un brazo prácticamente intacto, aunque creo que con la mano será suficiente. El cuchillo es grande pero está poco afilado. Voy a intentarlo.

- Perdóname, por favor. Nunca quise que esto terminara así.

Clavo el cuchillo en su muñeca con un golpe seco, la hoja se hunde un poco pero no limpiamente. Me lleva varios minutos separar del todo la mano del brazo y cuando termino dejo escapar un suspiro de alivio. Recojo del suelo la extremidad amputada y me pongo de pie, cargándome a la espalda la mochila y el rifle. Me despido de Bernard con una leve inclinación de cabeza y me vuelvo hacia los barrotes de la jaula, donde los podridos se amontonan como animales hambrientos. Cojo impulso y, con fuerza, lanzo la mano por encima de los barrotes, más allá de los zombis, que al ver un pedazo de carne pasar cerca de ellos enloquecen todavía más y se dan la vuelta para lanzarse a por ella en una desordenada estampida, de modo que los barrotes quedan despejados por un momento, lo suficiente para permitirme trepar por ellos y saltar al otro lado a toda prisa. Echo a correr, pero antes de salir de la carpa no puedo evitar volverme un instante para mirar atrás y un pensamiento cruza mi mente: ¿qué diferencia hay entre ellos y el Isaac descontrolado de hace sólo un rato?

Salgo de la carpa y sigo corriendo durante varias decenas de metros, hasta estar seguro de que los zombis del interior no van a seguirme. Luego, simplemente me dejo caer de rodillas sobre la descuidada hierba del parque, me quito la carga de la espalda y trato de serenarme. Oigo un suave murmullo cerca y levanto la cabeza para ver que Hamlet viene a recibirme con entusiasmo. Sin embargo, se detiene de golpe a pocos metros de mí, e incluso retrocede un poco. Parece confuso, miro alrededor buscando qué lo ha alterado, y entonces me doy cuenta de que me mira a mí. Sigo cubierto de sangre y apuesto a que mi aspecto es casi tan espantoso como el de los zombis.

- Sólo soy yo, Hamlet.

No se le ve convencido del todo, así que dejo de insistir. Tal vez fuera mejor para él alejarse de mí. Clavo un puño en el suelo, me pongo de pie y recojo mis cosas para marcharme. Empieza a hacerse de noche y el aire fresco del atardecer me hace sentir un poco mejor. Necesito descansar unas horas, puede que dormir un poco, recuperar fuerzas y decidir lo que voy a hacer a continuación. El camión de la comida puede ser un buen refugio para la noche. Empiezo a andar. Hamlet se queda atrás al principio, pero finalmente me sigue.

Como la única forma de entrar en el camión es saltando el mostrador, tengo que coger a Hamlet en brazos y hacerlo pasar primero, para luego trepar yo. Una vez dentro, sentado en suelo, abro algunas bolsas de aperitivos para el perro y echo un poco de agua en un plato. Él se pone a comer y beber tranquilamente, y yo me recuesto en la pared para intentar descansar.
- Qué envidia me das, chaval -digo en voz baja. Hamlet levanta la cabeza durante un segundo para volver a dedicar plenamente su atención a la comida.

Suspiro y cierro los ojos. ¿Cuánto tiempo llevo sin dormir? Desde mi transformación apenas puedo hacerlo. La mayor parte del tiempo siento que no lo necesito, pero en momentos como éste deseo con todas mis fuerzas desconectar mi cerebro aunque sólo sea por un rato. Las imágenes de las últimas horas se repiten una y otra vez ante mis ojos cerrados. Usando mi mochila como almohada, me tumbo en un rincón del remolque, bajo unos estantes, tan escondido como me resulta posible, y le pido al mundo que me dé un respiro.


Al abrir los ojos, la oscuridad que me rodea es absoluta. Después de tanto tiempo sin dormir varias horas seguidas me cuesta unos segundos recordar dónde estoy y qué ha pasado, aunque desearía olvidarlo por completo. Oigo la respiración de Hamlet cerca y siento el calor de su cuerpo junto a mí. 

Las horas que pasan hasta el amanecer se hacen eternas. 

En cuanto empiezo a ser capaz de distinguir algo en la penumbra, me incorporo y estiro los miembros entumecidos. Hamlet se despierta al sentir el roce de mi ropa, inmediatamente alerta y vigilante, pero parece relajarse cuando ve que me acomodo sentado en el suelo y empiezo a rebuscar en mi mochila. Se aleja unos pasos para dar cuenta de las sobras de anoche.

No consigo sacarme de dentro la sensación de haber cometido un acto atroz y repugnante, pero sé que regodearme en ello no mejorará las cosas. Mi objetivo es que algo así no se repita nunca, y para eso tengo que entender qué me pasa y cómo volver a ser el de antes, si es que hay alguna posibilidad de hacerlo. Encontrar el laboratorio del que me habló Bernard era mi mejor baza, antes de cargarme a la única persona que podía guiarme hasta allí. Sin embargo, albergo una última esperanza.
- Te tengo -murmuro, y saco de la mochila el cuaderno de tapas amarillas que perteneció a la compañera de Bernard-. Veamos qué hay aquí.

Paso rápidamente las páginas, y varios papeles sueltos se desprenden y caen a mis pies. Uno de ellos es simplemente un trozo de una hoja con una lista de números anotados. El segundo parece una lista de la compra, tal vez sea un registro de las provisiones que llevaban encima. El último está doblado en cuatro partes, manoseado y mugriento. Al abrirlo, me doy cuenta de que es un mapa. Mejor dicho, es un plano de la ciudad, dividido a lápiz en cuadrantes. Hay un montón de puntos marcados, pero ninguno señalado como el laboratorio. Es más, si el laboratorio está más allá del cordón militar, no creo que aparezca dentro de los límites del plano. Aun así, creo que me va a ser útil para moverme. Sólo llevaba dos semanas destinado aquí cuando todo empezó, hay muchas zonas que ni siquiera he visto.

Después de comprobar que no hay más hojas sueltas dentro del cuaderno, lo abro y empiezo a leer. En la primera página hay una especie de lista, con fechas y códigos que no entiendo.

17 May
D52 - 3:51pm 4146 s0028 m F1 Negativo
D52 - 4:23pm 4146 s0029 h F1 Negativo

19 May
D49 - 7:07am 4146 s0030 h F3 Negativo

22 May
F42 - 1:45pm 4146 s0031 h F1 Negativo

31 May
E52 - 8:34pm 4147 s0032 m F2 Negativo


Las fechas son de mayo, eso fue hace cuatro meses, poco después de que empezara todo esto. Las letras y los números...
- Un momento -digo para mí mismo, y vuelvo a abrir el mapa-. Pues claro. Los cuadrantes.
El código que precede a cada entrada debe de corresponder a uno de los cuadrantes del mapa. Por lo que me contó Bernard, estas líneas podrían referirse a las muestras que la mujer fue tomando en su trabajo diario, probando las fórmulas que se iban desarrollando en el laboratorio. No genera mucha esperanza ver que todas están marcadas como negativas.

Las páginas siguientes continúan de forma similar. Los números van cambiando, y las fechas avanzan en el tiempo. Las entradas están en grupos de unos pocos días seguidos o muy próximos, entre los que pasan cuatro o cinco días sin ninguna nota. Tiene que corresponder con los días en que el equipo salía a hacer trabajo de campo fuera del laboratorio. Las salidas son progresivamente más largas, la última, tal como dijo Bernard, de casi dos semanas. Todas siguen la misma estructura, aunque en algunas hay observaciones anotadas. Junto a una de ellas, parecen las letras "Q.M.", como si se tratara de iniciales o siglas. En otra, hay una anotación que parece hecha por otra persona, con una caligrafía completamente diferente.

01 Sep
E48 - 9:12am 4181 s073 h F3, mordido dos veces en un intervalo de 10min., Negativo

En varias de ellas, hay referencias al comportamiento de las personas de quienes se tomaron las muestras.

18 Ago
F39 - 6:28pm 4169 s0053 m F1, sujeto muy agresivo, muestra tomada bajo sedación, Negativo

02 Sep
D47 - 8:57pm 4181 s0074 h F1, sujeto agresivo, posible contacto con J.S., Negativo
J.S. puesto en cuarentena inmediatamente.

J.S. sin signos de infección después de 12 horas de cuarentena. Se asume que no hay contagio.


El cuaderno resume el trabajo de aquella mujer durante los últimos cuatro meses. Las últimas entradas corresponden al 9 de septiembre, hace poco más de dos semanas. No hay referencias a la ubicación del laboratorio, pero puede que haya una forma de hacerme una idea de la zona en la que está. Despliego el mapa en el suelo y vuelvo a las primeras páginas del cuaderno. Asumiendo que los códigos de letras y números que preceden cada entrada corresponden a los cuadrantes del mapa, intento trazar el camino que el equipo de Miranda iba siguiendo en cada salida. El eje horizontal del mapa está dividido en veinte columnas que corresponden a las letras A a T. El eje vertical está numerado en 52 filas. En sus primeros registros, el grupo toma las muestras a la altura de las columnas D, E y F, en el extremo inferior del plano. Durante los días que dura cada salida, los registros se van alejando de la zona, en diferentes direcciones cada vez, y a medida que pasa el tiempo incluso los primeros registros de cada expedición se encuentran cada vez más lejos. 

Localizo los últimos cerca de una gran zona verde en el mapa que sin duda debe ser el parque en el que me encuentro ahora mismo, en el cuadrante P14. Considerando que el punto de partida de las expediciones parece encontrarse entre D52 y E52, estoy en la otra punta de la ciudad. Sin embargo, creo que estoy tras una pista sólida. Si esta gente entraba en la ciudad siempre por el mismo punto, explorar esa zona me podría llevar al laboratorio del que procedían. Al menos es un primer paso.

Intento trazar un plan en mi cabeza. Usando el mapa podría encontrar la ruta más corta hasta D52, y desde ahí empezar a buscar indicios del laboratorio. Si me pongo en marcha ahora podría cruzar la ciudad en cuanto... ¿dos, tres horas? Antes tal vez sí. Ahora probablemente vaya a ser mucho más, ya que no sé qué puedo encontrarme ni qué desvíos me veré obligado a tomar. 

Sigo trazando mentalmente las rutas que fue siguiendo el equipo de la autora del cuaderno. En una de ellas hay una nota que me llama la atención.

17 Jul
J21 - 12:51pm 4163 s0048 m F2, sujeto perdido
Vehículo bloqueado por grupo masivo, sujeto sustraído
Intentamos dialogar con el sujeto y su acompañante sin éxito
Imposible recuperarlo sin poner en peligro al equipo

Si estoy bien orientado, se trata de una zona por la que he pasado antes. El plano señala una iglesia, creo que corresponde al lugar donde mis antiguos compañeros pasaron un tiempo, una especie de refugio que estuve observando desde la distancia. La nota es muy escueta, pero es posible que los habitantes del lugar recuerden el suceso. No dice qué paso con la persona en quien hicieron las pruebas, pero parece que estaba con alguien. 
- ¿Tú qué opinas, Hamlet? Puede que sepan algo sobre esta gente...

El lugar está más cerca de aquí que D52 y tal vez puedan darme información. Recuerdo que Alex y los demás tuvieron que salir corriendo de allí, pero no creo que los ocupantes del refugio llegaran a verme. Quizá vale la pena intentar sacarles algo de información útil, una primera parada en mi viaje. 


Antes de salir, abro una de las latas de comida de gato y la engullo con rapidez, luego me pongo de pie y estiro mis brazos y mi espalda agarrotada. Hamlet me mira con curiosidad, se resiste un poco cuando lo cojo en brazos para hacerlo pasar por encima del mostrador del camión para sacarlo afuera. Luego salto yo. Al mirar hacia abajo veo que mi ropa sigue cubierta de sangre reseca. Puede que eso sea lo que inquieta a Hamlet... necesito ropa limpia. No puedo presentarme así delante de un grupo humano.

- ¿Preparado? -le digo al perro-. Nos vamos.

Echo a andar, seguido de los pasos ligeros de Hamlet. El sol acaba de salir. Me alegro de marcharme de aquí, nunca me gustó el circo.