jueves, 28 de abril de 2011

Un lugar al que ir

Tengo la sensación de que voy a morir en cuanto me detenga. Sigo en movimiento casi por inercia, dejando atrás el bullicio de un hatajo de hienas dando cuenta de un cadáver fresco. Me zumban los oídos, mi visión es un túnel. De vez en cuando algún movimiento inesperado me asusta, entonces me doy cuenta de que es uno de mis compañeros, corriendo junto a mí.
Poco a poco las naves y los almacenes se dispersan y se alejan. Los gemidos de los muertos apenas se oyen. Aminoramos el paso, pero sin parar del todo. Un poco más allá, a nuestra derecha, se ve una carretera, docenas de vehículos se apilan en recuerdo de un apresurado intento por escapar del horror. Cambiamos ligeramente el rumbo para alejarnos de ellos, puede que los ocupantes todavía sigan en el interior. Poco a poco las calles y los edificios quedan atrás y el silencio nos rodea. Dejamos de correr, ahora caminamos con precaución. Frente a nosotros se extiende un terreno desigual, dominado por la maleza y alguna edificación solitaria. Doy un tirón a Mishel para que siga caminando.



Escruto con atención el espacio que nos rodea. Escucho algunos gemidos, pero están lejos, no creo que supongan ahora mismo una amenaza. Trato de conducir al grupo hacia espacios despejados, si vuelven a acorralarnos estamos muertos. De hecho todavía me sorprende haber podido sacarlos del almacén... aún habiendo perdido a Sam. Los metí en una puta ratonera... pero ¿qué opciones tenía? Exhaustos, desnutridos, apaleados por aquellos cabrones, no era precisamente fácil mantenerlos vivos. No va a ser fácil ahora tampoco. Lukas camina algo alejado, en completo silencio. Mishel parece un fantasma, pálida y completamente inexpresiva. Alex sangra por el oído. Me acerco y paso los dedos por el reguero oscuro que le baja hasta el cuello. Ella se sobresalta. Es sangre seca.
- Me dieron una patada en la cabeza -explica-. Uno de aquellos salvajes. Yo estaba en el suelo.
- ¿Te duele ahora?
- Un poco. Oigo un zumbido.
Oír su voz es reconfortante. Al menos parece consciente y alerta. Escuchamos algunos ruidos y un olor nauseabundo aparece de golpe. No veo podridos por aquí, pero está claro que están cerca. ¿Dónde?




Isaac se pone en tensión. Todos nos detenemos un momento. Nos quedamos quietos y en silencio mientras él se adelanta unos pasos, buscando el origen de los ruidos y el olor. Entonces se da la vuelta y nos hace señas para que nos acerquemos. Dudo un instante, pero confío en que no nos conduciría hacia algo peligroso. Cuando llegamos a su altura, lo entiendo todo.


La zanja.


La puta jodida zanja. Nos corta el paso. Abajo, en el fondo, un par de podridos intentan moverse entre una masa de cuerpos sin vida. Probablemente eran zombis que los militares eliminaron para impedir que salieran de la ciudad. Debieron de acumularse cientos de cuerpos, incluso miles, así que cavaron una zanja y los echaron dentro. Los que se mueven deben de haberse caído dentro después.


Levanto la vista, el cordón militar no puede estar muy lejos. La última vez nos obligaron a volver a la ciudad a base de balas. Me pregunto si vale la pena volver a intentarlo.




- ¿Qué es esto? -dice Lukas. Mira hacia abajo con expresión de asco.
- Es una idea del ejército -responde Alex-. Los podridos que se alejan de la ciudad se caen dentro y no pueden salir.
- Si alguno lo consigue -añado yo-, un poco más allá hay un cordón militar. Disparan a cualquiera que se acerque. Incluso a los vivos.
Lukas nos lanza una mirada sorprendida.
- ¿Habíais estado aquí antes?
- No exactamente -le explico-. Pero me temo que tanto la zanja como el ejército rodean la ciudad entera. Algo así nos contó... un viejo amigo. Era militar.
- Entonces... ¿qué hacemos?
Se hace el silencio por un momento. Trato de pensar en alternativas, pero sólo veo dos. Atravesar la zanja y jugárnosla con el ejército, o volver a la ciudad y jugárnosla con los saqueadores y los podridos. Observo a mis compañeros y me pregunto si aguantarían alguna de las dos opciones, cualquiera de ellas es una muerte más que probable. Mi instinto me dice que vuelva a la ciudad. A la caza, a ser un animal. Perder la poca humanidad que me queda en favor de la supervivencia. Pero ellos... no puedo conducirlos a una perdición así. No puedo llevar a Alex a ese infierno de nuevo. Si tan solo pudiera sacarla de aquí, ponerla a salvo... luego yo podría volver a donde pertenezco.
- Vamos a intentar atravesar la zanja.




- ¿Crees que tenemos posibilidades? -pregunta Lukas. Isaac se encoge de hombros.
- Es la única forma que tenemos de salir de aquí -responde-. Es eso o volver atrás.
Nadie dice nada. Pero yo no pienso volver atrás.
- Vamos.
Echamos a andar, bordeando la zanja. Es demasiado ancha para cruzarla de un salto, incluso en los puntos más estrechos, así que la forma de atravesarla es bajar y subir por el otro lado. También podríamos utilizar algo para pasar de un lado a otro.
- ¿Veis algo que pueda servir como puente? -pregunto a los demás. Isaac se para un momento.
- Tengo una idea -dice-. No os mováis de aquí.
Se asoma con cuidado a la zanja y, lentamente, se desliza hacia abajo por la pared de tierra. El barro se adhiere a su cuerpo a medida que baja. Un puñado de podridos se aproximan, él los aparta a golpes y se acerca a los cadáveres que hay en el suelo. Coge aire, se agacha y levanta a uno, cargándolo al hombro. Lo coloca encima de otros dos. Luego repite la acción con otro, y otro más. Los podridos se le echan encima, se sacude y los aparta. ¡Uno le ha mordido!
- ¡Isaac!
- ¡Estoy bien, tranquila! -grita él, desde abajo. Los mordiscos no parecen afectarle demasiado aparte de causarle algunas molestias. Eso no consigue calmarme, de todos modos. Pero la pila de muertos gana altura poco a poco, construyendo un macabro puente hasta el otro lado. 




Tengo ante mí una pequeña montaña de cadáveres tan alta como yo. Los brazos y la espalda me duelen por el esfuerzo, no creí que la tarea sería tan agotadora. Creo que es suficiente para que los demás puedan atravesar el hueco, aunque tengan que bajar un poco, ya que la pila no llega hasta la superficie. Con una señal de la mano les indico que ya pueden pasar, yo me ocuparé de mantener a raya a los podridos que se acerquen. Son pocos, y de uno en uno no suponen una gran amenaza. Mientras no aparezca uno de los rápidos, estaremos bien.


Lukas es el primero en pasar. Se desliza suavemente por la pared de barro y se coloca a cuatro patas sobre el primero de los cuerpos. Es una buena idea, guardará mejor el equilibrio. Se hace el silencio mientras avanza con cautela, procurando no tocar las heridas de los cadáveres. Al llegar al otro extremo, se encarama con cuidado a la pared y con un último esfuerzo, consigue subir. Mira a su alrededor, como cerciorándose de que no hay peligros cercanos. Entonces sonríe.
- ¿Siguiente?
Alex lleva a Mishel hasta el borde de la zanja. Al principio parece que no entiende lo que está pasando, así que se pone frente a ella y la mira directamente a los ojos.
- Tienes que pasar por encima de los cuerpos y llegar al otro lado -dice con voz firme. Tras un momento de vacilación se pone en marcha. Imitando a Lukas, gatea sobre la pila de cadáveres con expresión ausente. En el otro extremo, Lukas la ayuda a subir. 




Finalmente llega mi turno. Paso sobre los muertos con extremo cuidado, tratando de no recordar la última vez que estuve en este agujero. Lukas me ayuda a subir cuando llego al otro lado. Una vez a salvo, Isaac se encarama con dificultad a la pila de cuerpos y consigue salir. Necesita un pequeño tirón por nuestra parte y se queda en el suelo unos segundos, de rodillas, recuperando el aliento. Esperamos pacientemente a que se recupere, después del trabajo que ha hecho se encuentra al límite de sus fuerzas. Da la sensación de que se obliga a levantarse cuando por fin se pone de pie. Se adelanta unos pasos de nuevo para encabezar la marcha. Los demás lo seguimos en silencio.


A lo lejos se distinguen algunas formas. El cordón militar, supongo. Por el momento no se observa movimiento, pero lo más posible es que dentro de poco escuchemos su aviso. O tal vez un disparo, si son menos amigables que los de la otra vez. En todo caso, Isaac levanta las manos y nos sugiere que hagamos lo mismo. Que no nos tomen por zombis, al menos.


Pasa un minuto, dos, tres. Seguimos avanzando.


No llega ningún aviso, tampoco ningún disparo. Nos acercamos a la parafernalia que el ejército montó, ahora se ven claramente: todoterrenos, camiones e incluso tanques forman una frontera infranqueable para cualquiera que intente pasar.


El aviso sigue sin llegar. Una pregunta retumba en mi cabeza, en la de todos imagino.


- ¿Dónde están los soldados?


Nadie responde. Aminoramos el paso. Al fin, nos encontramos frente a frente con lo que debería ser el ejército. Pero aquí no hay nadie.




Está vacío. Los coches, los camiones... Todo está vacío. Me acerco con cuidado a la barricada, haciendo gestos a mis compañeros para que esperen un poco más atrás. Hay un par de todoterrenos y una camioneta junto a mí, me asomo al interior para no encontrar nada. Una inspección más detallada revela que hay algunos huecos en el cordón militar. Algunos vehículos han abandonado su posición. Todo apunta en una sola dirección.


Mis temores se confirman cuando llego al otro lado de la barricada. Decenas de cadáveres con uniforme militar, tendidos en el suelo. Un puñado se tambalean torpemente sobre sus piernas dirigiéndose hacia mí. Me acerco a los cuerpos en busca de armas, pero alguien los ha desvalijado ya. Al final, dentro de uno de los todoterrenos encuentro una bolsa con varias pistolas y una docena de cargadores. Cojo una y vuelvo con mis compañeros. Por la expresión de su rostro, ellos también se han dado cuenta de lo que ha ocurrido aquí.




Isaac quiere que subamos a un todoterreno. Lo hacemos sin protestar, aterrorizados, no tanto por los pocos podridos que rondan los alrededores, sino por lo que ello significa. Significa que han atravesado el cordón militar, que probablemente era la última barrera que impedía la expansión de la epidemia. Significa no sólo la ciudad está infestada, que no sabemos qué podemos encontrar ahí fuera. Significa que no estamos a salvo aún, y que no sabemos si algún día llegaremos a estarlo. Significa que esta pesadilla no se ha terminado.


Lukas pone el vehículo en marcha y comprueba que tiene combustible. Isaac, asomado a la ventanilla, dispara a unos cuantos zombis que se acercan peligrosamente. Me ha dado otra pistola a mí, pero usarla ahora sería desperdiciar las balas, y no sabemos cuándo las vamos a necesitar.


Nos movemos, campo a través, alejándonos de la ciudad. Pasamos junto a un pequeño campamento del ejército que ahora parece desierto. Todo a nuestro alrededor tiene el mismo aspecto de abandono, de desesperanza. No sabemos a dónde vamos... ni si queda algún lugar al que ir.






Fin del Volumen I