miércoles, 8 de diciembre de 2010

Vía de escape

No es fácil mover un grupo como el nuestro. Sam necesita ayuda para caminar y es obvio que las heridas le duelen aunque no se queje. Mishel no dice nada, está como ida y todavía no ha abierto la boca. Tengo que tirar de ella para que empiece a caminar. Isaac va unos metros por delante, los demás todavía estamos en el umbral de la puerta. Nos hace una señal para que lo sigamos y nos ponemos en marcha. 
Hemos caminado apenas unos metros cuando se detiene y levanta la cabeza. Atento, muy quieto, escruta los alrededores.
- ¿Qué pasa? -le pregunto desde atrás. Me manda callar con un gesto de la mano. Se da la vuelta y echa a correr, pasa junto a nosotros y rodea el edificio. Instintivamente nos movemos hacia atrás, quedándonos muy juntos, como si ello pudiera protegernos. No nos atrevemos a respirar. Si ha vuelto a abandonarnos, estamos muertos.


A lo lejos, se oye un murmullo de lamentos cada vez más próximo. No sé si ha sido el jaleo de la pelea, los disparos, o los gritos de Alex y Mishel cuando estaban siendo torturadas por todos esos malnacidos, pero algo los está atrayendo hacia aquí. Vienen, y son muchos, y aunque yo podría huir fácilmente de ellos siento la imperiosa necesidad de proteger a mis compañeros.


Isaac vuelve a aparecer por el lateral del edificio, respiro de nuevo, aunque por la expresión de su rostro el alivio durará poco tiempo. Se acerca a nosotros y habla en voz baja.
- Hay que largarse echando leches.
No me atrevo a preguntar el motivo, pero es obvio que nuestras vidas corren peligro. Los saqueadores, los podridos... qué más da, hay que escapar. Nadie pregunta nada, Isaac y Lukas cargan con Sam y yo tiro de Mishel. Tratamos de correr, pero somos lentos. Me duele todo el cuerpo tras la paliza que me han dado esos cabrones, y estoy segura de que Mishel se siente igual, o peor. La cabeza no para de zumbarme y sigo sangrando por el oído, con cada paso un pinchazo de dolor me perfora el cráneo.
Me doy cuenta de que Isaac nos conduce por la ruta que inicialmente queríamos seguir, no sé si por casualidad, en dirección a la salida de la ciudad. Trato de recordar el plano y la altura a la que estaba el cordón militar. Queda lejos todavía, un trecho que podría ser insalvable para alguien herido. ¿Dónde podría encontrar material con el que atender a Sam?


Intento pensar rápido en cómo escapar de lo que se nos viene encima. Lo primero que trato de hacer es, obviamente, correr en la dirección contraria. El problema es que ninguno de mis compañeros está en condiciones para correr, así que avanzamos lentamente entre los edificios de la zona industrial, buscando la salida de la ciudad. Los podridos tampoco son rápidos, por suerte, aunque no las tengo todas conmigo. Pero claro, como todo en este puto apocalipsis, la cosa se complica.
Uno de los saqueadores escapó cuando entré en el edificio de oficinas. No le presté atención y lo dejé vivir. Grave error.
Vuelve, trae a unos cuantos más junto a él. Puedo ver la diminuta figura acercándose acompañada de unas cuatro o cinco personas más. Una vía de escape que se cierra... a menos que yo la abra de nuevo.


- Tenéis que apartaros -dice Isaac mientras nos empuja a un lado de la calle.
- ¿Qué? ¿Qué pasa? -le pregunto, la voz me suena aguda por el miedo y la tensión. Él ni siquiera me mira, está concentrado en algo que está lejos, al otro lado de la fila de naves industriales. Es... oh, joder, no... por favor, que no vuelvan a venir, por favor... 
- Puedo con ellos -responde Isaac-, pero tenéis que esconderos, no puedo estar pendiente de ellos y de vosotros a la vez.
- Es muy peligroso... -susurra Sam detrás de mí.
- Ya lo sé, por eso necesito concentración -Isaac parece ya un tanto exasperado, nos empuja hacia la puerta metálica de una de las naves-. Meteos ahí dentro y por favor, no hagáis ninguna tontería. No salgáis hasta que venga a buscaros.
La patada que da a la puerta hace que por un instante acuda a mi mente la imagen de Mel. Tiene que golpear una segunda vez, y la puerta cede. Entramos, él se queda fuera.


Me aseguro de que Alex y Lukas aseguren la puerta de la nave desde dentro. Les recuerdo una vez más que no se muevan de allí, cojo aire y emprendo la carrera.
A medida que me acerco a los saqueadores mis compañeros desaparecen progresivamente de mi mente y mi atención se estrecha hasta concentrarme únicamente en las figuras que tengo delante. Siento un cosquilleo en brazos y piernas, ese extraño calor en las venas, aumento la velocidad y salto.
Los saqueadores lanzan algunos disparos hacia el lugar donde estaba hace un segundo. De repente sus movimientos se me antojan sumamente lentos. Son cuatro, llevan armas, pero no desperdiciarán demasiada munición si conservan algún resquicio de inteligencia. Me muevo tan rápido como puedo, convirtiéndome en un objetivo difícil. Ahora estoy suficientemente cerca como para ver sus expresiones de asombro. Sonrío casi sin darme cuenta. No saben lo que se les viene encima.
La carrera me ha dado un gran impulso, así que lo aprovecho y salto. Un par de balas pasan peligrosamente cerca, levanto las piernas y aterrizo sobre uno de los hombres, hundiendo mis botas en su pecho. Veo cómo abre la boca intentando respirar, buscando desesperadamente el aire, pero lo único que consigue es comenzar a escupir sangre con un sonido ahogado. Con los pulmones destrozados ya no supone una amenaza. Uno menos.


Se oyen gritos en el exterior. Suenan disparos. La saliva se me atraganta.


Giro sobre mí mismo y agarro con fuerza el brazo del hombre que tengo más cerca, una bala me roza el cuello como una caricia ardiente. Deja una quemadura, no me duele, tiro del brazo que he agarrado sintiendo como el codo del tipo se disloca y él deja escapar un alarido. Uso su cuerpo como escudo y cargo contra uno de los otros dos, siento un par de disparos impactar contra él pero me frenan sólo de forma momentánea.


Nadie respira dentro de esa nave industrial. Sam tose, a Mishel se le escurre una lágrima por la mejilla. Un murmullo creciente se aproxima.


Caigo sobre el tercero, entre él y yo el cuerpo de su compañero moribundo. Me lanzo a su cuello y arranco un pedazo de carne, la trago casi sin masticar y vuelvo sobre él. En pocos segundos su cara y su cuello no son más que una masa deforme. Cuando levanto la cabeza, el último de los saqueadores corre como un poseso, alejándose entre los edificios. No, no cometeré dos veces el mismo error.


Algo golpea la puerta. No nos movemos.
Golpea de nuevo.
Lukas se acerca, lleva en las manos una pistola con unas pocas balas en el cargador.
- ¿Isaac? -susurra junto a la puerta. Un nuevo golpe como respuesta.


Echo a correr tras él, sorprendiéndome a mí mismo sonriendo en la persecución. Me siento tentado de reducir la velocidad, darle un pequeño margen para que la caza sea más divertida, como un gato que juega con el ratón haciéndole creer que puede escapar. Pero no, no es momento de perder el tiempo. Acelero y casi lo alcanzo, él, en una maniobra desesperada, me descerraja dos tiros que casi aciertan en la cabeza. Caigo sobre él con fuerza demoledora, en pocos segundos dejo de oír sus gritos. Tengo hambre.


Tratamos de sujetar la puerta, de buscar algo con lo que tapiarla, pero no nos da tiempo. Poco a poco comienza a ceder y el primer podrido se abre paso por la pequeña rendija que la horda ha conseguido abrir. Lukas lo golpea con fuerza, haciendo que caiga al suelo, y suelta una lluvia de patadas sobre su cabeza. Abrir un cráneo no es tan fácil como hacen ver en las películas.
Otro logra colarse, hora de volver a usar el martillo. 


Arranco los pedazos de carne casi sin respirar, comiendo con avidez, completamente descontrolado. Cuando un alarido a mis espaldas me hace volver a la consciencia, me encuentro a mí mismo sobre un cuerpo destrozado, irreconocible. Me vuelvo malhumorado, buscando lo que ha interrumpido mi almuerzo, y la realidad me golpea como un mazo. Los podridos han llegado a la nave donde escondí a mis compañeros, y saben que están allí. Se arremolinan alrededor de la puerta, gritando desquiciados. Tal vez ya estén muertos... Vuelvo a correr, todavía con restos de sangre entre los labios.