lunes, 11 de octubre de 2010

Desaparecer

Todo se detiene tras el abrazo, y puedo notar como toda la rabia, el hambre y los impulsos depredadores que hace un segundo me parecían tan reales, desaparecen, todo desaparece y sólo queda el calor de un abrazo, la sensación puramente humana de protección a través del prójimo, sensación que tenía completamente olvidada.
Miro a mi alrededor y veo mi reflejo en una estalactita de vidrio roto que cuelga del ventanal, estoy hecho un asco y aún así me descubro sonriendo, respiro profundamente relajado ya que a pesar de todo sigo sintiéndome humano, de nuevo y por primera vez en demasiado tiempo. Huelo el miedo de los dos hombres en la estancia, pero el de ella ha desaparecido, está tranquila, ¿protegida quizá? Aspiro su familiar aroma una vez más cuando me descubro salivando de nuevo, la sombra se cierne sobre mí de nuevo, siento esos impulsos horribles que me alejan de mi humanidad, me reprimo con fuerza pero mi rostro en el espejo ya no refleja una sonrisa, sino la promesa de una muerte que termina en el torbellino de la lucha que sufro en mi interior.

Me siento bien durante unos momentos con la amenaza de una muerte segura brevemente interrumpida. Los brazos de Isaac son un escudo protector hasta que sus manos, que descansan sobre mis hombros, comienzan a presionar con más fuerza de lo normal. Me está haciendo daño, intento separarme de él pero no me deja moverme. Hasta la expresión de su rostro ha cambiado.
- Isaac, ¿qué estás haciendo? -pregunto, casi gritando, mientras intento de nuevo echarme hacia atrás. No puedo evitar asustarme después de lo que acabo de verle hacer. Percibo un movimiento por el rabillo del ojo, Lukas está alerta frente a nosotros, preparado para saltar. De pronto Isaac se relaja, me suelta y retrocede unos pasos.
- Lo... lo siento -murmura, dirigiéndose a la puerta. Sam, apoyado en el umbral, intenta cortarle el paso. Hace una mueca de dolor al moverse un poco.
- ¡Espera! -le grito a Isaac. Parece muy preocupado, asustado quizá, no es difícil intuir que su intención es marcharse de nuevo ahora que su intervención ya ha terminado. Pero no voy a permitir que se marche, al menos de momento, aunque haya matado a dos hombres con sus propias manos. Después de todo, ellos me estaban haciendo daño y él me protegió. Ahora toca proteger a otros compañeros, hay que atender a Sam y...
- ¿Dónde está Mishel?

Desde el umbral de la puerta, junto a Sam, dirijo una mirada fugaz a la habitación del otro lado del pasillo, el lugar por el que entré en el edificio. Una imagen destella en mi cabeza y recuerdo que vi a Mishel allí. Se lo indico a los demás con un simple gesto de la mano, sin conseguir disimular un leve temblor. Por un momento creí que iba a despedazar a Alex, me estremezco con solo pensarlo.
Me vuelvo hacia Sam, esboza una sonrisa torcida.
- Maldito cabrón, ya era hora de que aparecieras -dice, suelta una carcajada que se interrumpe por un acceso de tos. Los saqueadores se cebaron con él, siento un cosquilleo en los brazos al pensarlo y la rabia me recorre el espinazo. Volvería a matarlos otra vez ahora mismo.
La doctora se acerca a Sam y examina algunas de las heridas. Su rostro lo dice todo, la cosa no pinta nada bien.
- Necesitamos llevarte a un hospital, no tengo material con el que atenderte aquí y si se infectan las heridas...
Sam la silencia con un gesto de la mano.
- Estaré bien, encontremos a Mishel y luego buscaremos un lugar mejor.
Ella se muerde el labio, preocupada, pero es difícil convencer a Sam de que no haga lo que quiere hacer.
- ¿Dónde están los saqueadores? -pregunta Alex con un hilo de voz. Muevo la cabeza.
- Muertos -respondo-. Uno de ellos escapó, creo.
Asiente y se adelanta unos pasos. Los demás nos hemos quedado parados, al darse cuenta se da la vuelta y frunce el ceño. 
- ¿Vais a venir o qué?

Recorremos el pasillo en silencio. Me llevo una mano a la cabeza, siento un dolor punzante en el lado donde recibí el golpe y un desagradable zumbido en el oído. 
- Espera -dice Isaac cuando estamos ante la puerta-, yo iré delante.
No estoy en situación de hacerme la heroína, así que me hago un lado y lo dejo pasar. Un instante después hace gestos con la mano para que lo sigamos. Todo despejado, parece. Entramos.
En el despacho entra algo de la luz del amanecer, dejando ver el festín de sangre y miembros mutilados que Isaac dejó a su paso. No puedo evitar llevarme las manos a la boca y dar, instintivamente, un paso atrás. Por mucha sangre que uno haya visto en Urgencias, el espectáculo es demasiado atroz como para dejar a nadie indiferente. Incluso él parece afectado durante unos momentos al contemplar su propia obra.
Mishel es un bulto tembloroso en un rincón de la estancia, desnuda y ensangrentada. Me acerco a ella y le toco el brazo, susurrando su nombre. Se aparta de mí rápidamente, sobresaltada y a la defensiva. Le lleva unos segundos comprender quién soy. Las lágrimas dibujan surcos irregulares en la suciedad y la sangre seca que cubre sus mejillas.
- Vamos -apremia Lukas, con suavidad-. Este lugar ya no es seguro, es mejor que nos marchemos.
Asiento y busco la ropa de Mishel entre los muebles destrozados y los restos de los cuerpos. Está hecha un asco, echo un vistazo a la mía para ver si puedo prestarle algo pero el aspecto no es mejor. La ayudo a vestirse y a ponerse de pie, probablemente ella también necesitará atención médica en cuanto encontremos un lugar tranquilo donde descansar.
Isaac se asoma a la ventana, el cristal está roto.
- Los alrededores están despejados, al menos por el momento.
Convencidos de que lo mejor es salir de aquí, recuperamos nuestras cosas y nos ponemos en marcha. De todas formas, si nos quedamos, no podré atender ni a Sam ni a Mishel, y corremos el riesgo de que el tipo que escapó vuelva a buscarnos con más compañía. Desaparecer parece la mejor alternativa.